La corbata rosa
No es difícil adivinar que el Rey eligió con cuidado el color de la corbata que debía ponerse para su discurso de Navidad.
No es difícil adivinar que el Rey eligió con cuidado el color de la corbata que debía ponerse para su discurso de Navidad.
Cuidado con el azul, rojo, naranja o morado, alguien podría interpretarlo como simpatía hacia un partido determinado, lo que un Rey no puede permitirse aunque como todo ser humano debe tener preferencias. El verde esperanza no estaba mal, porque quería transmitir que los españoles son capaces de superar las dificultades. En sus viajes por diferentes provincias había visto problemas serios pero también “trabajo duro y honesto, sacrificado, capacidad y talento, y sobre todo determinación y ganas de salir adelante”. Quizá la corbata debería ser rosa, un color positivo, que gusta a todos, y que además de esperanza como el verde provoca cierta sensación de intimidad, de cercanía. Rosa.
Y es que en esta ocasión D. Felipe antepuso su deseo de llegar al corazón de los españoles a meterse en profundidades políticas, a las que ha dedicado discursos, frases y gestos sobradamente. Insistió en la unidad, no podía dejar de hacerlo, y en la necesidad de diálogo, pero estas Navidades deseaba el Rey poner en valor los valores de aquellos que forman parte de su reino. Y deseaba también además recordarles que de ellos, de su actitud, depende que España sea un país grande: “La convivencia exige siempre, y ante todo, respeto. Respeto y consideración a los demás, a los mayores, entre hombres y mujeres, en los colegios, en el ámbito laboral; respeto al entorno natural que compartimos y que nos sustenta. Respeto y consideración también a las ideas distintas a las nuestras. La intolerancia y la exclusión, la negación del otro o el desprecio al valor de la opinión ajena, no pueden caber en la España de hoy.”
No se puede decir más con menos palabras.