Cuestionario político para 2017

Avanzada la segunda década del siglo XXI, la política internacional del Occidente democrático deberá responder a una serie de preguntas para determinar por donde avanzará el mundo los próximos años o décadas. El agotamiento del statu quo, por un lado, y las nuevas exigencias de las sociedades occidentales, por otro, lo demandan.

Las malas consecuencias que trajo la relajación o el despiste de la política internacional tras la caída del Muro de Berlín facilitó la conformación del terrorismo internacional de corte yihadista que desembocó en los atentados del 11-S, sacando a la luz pública lo que era ya, sin lugar a dudas, un cambio de era.

La posterior Guerra contra el Terrorismo vino a terminar en la conocida como Primavera Árabe, cuyas consecuencias todavía no hemos terminado de ver.

El terrorismo local, tal y como lo conocíamos, dio sus últimos estertores entre los 90 y la primera década del siglo XXI. La lucha política, policial y judicial lo derrotó. Los métodos, alcance y crueldad del terrorismo yihadista lo dejaron sin sentido. Lo que queda de él, vive hoy disfrazado y escondido, a la espera de mejor ocasión.

Aquel mundo ambicioso y feliz que hablaba de la extensión de las libertades, del libre comercio como mecanismo de salida de la pobreza y promoción de la prosperidad, hoy está a la defensiva, repensando errores o en retirada. En cualquier caso, sin liderazgo ni pedagogía en su defensa.

Más allá del derecho internacional, flexible, del derecho de injerencia o no, y de la imposible reforma del Consejo de Seguridad de la ONU en lo que toca a los miembros permanentes, hay cuestiones sin respuesta.

Quizás falten algunas, pero están las principales, y conviene planteárselas para el año –nada fácil- que comienza:

1. ¿Debemos mantener la expansión de las integraciones regionales o hay que frenar, dada la actual crisis?
2. ¿Debemos perseguir la extensión de la democracia, los derechos humanos y las libertades en aquellos países con regímenes dictatoriales? ¿Aislacionismo, intervención o vuelta al añejo reparto de áreas de influencia?
3. ¿Hasta dónde debemos llegar o estamos dispuestos a llegar en el empeño?
4. ¿Deberíamos mantener relaciones diplomáticas y económicas con países no democráticos o, por el contrario, el comercio y la economía debe ser un objetivo en sí mismo que colabore en la apertura de los países y, por tanto, debe estar al margen?
5. ¿Deberíamos hacer de la exigencia real de respeto a los Derechos Humanos unos principios sine qua non que se recojan en nuestras relaciones con países terceros?
6. ¿Estamos dispuestos a asumir las consecuencias? –exportación del terrorismo, utilización de la emigración como medida de presión, tratas de seres humanos, energías fósiles…–
7. ¿Deberíamos exigir reciprocidad y proteger a las minorías culturales o religiosas de adscripción occidental, como los cristianos, en terceros países?
8. ¿Deberíamos cambiar nuestras políticas internas con respecto a la inmigración y el asilo para exigir plena integración de acuerdo con los valores culturales y democráticos?
9. ¿Estamos dispuestos a asumir los costes económicos y establecer las medidas económicas internas necesarias para no depender en términos energéticos de países no democráticos?
10. ¿Dada la actual crisis demográfica europea, somos suficientes para pagar nuestro estado de bienestar o necesitamos de la inmigración; vivimos por encima de nuestras posibilidades o el sistema tan solo necesita reformas?