Mein Kampf: que lean lo que fue
Hace algo menos de un año se publicó en Alemania una nueva edición de ‘Mi lucha’, el manifiesto de Adolf Hitler. La edición superó las expectativas más optimistas, y se ha convertido en un éxito de ventas.
Hace algo menos de un año se publicó en Alemania una nueva edición de ‘Mi lucha’, el manifiesto de Adolf Hitler. La edición superó las expectativas más optimistas, y se ha convertido en un éxito de ventas.
Al contrario de lo que pudiera parecer, es una buena noticia. Se trata de una edición crítica, con numerosas anotaciones realizadas por un equipo de expertos del Instituto de Historia Contemporánea de Munich. Pero incluso si la edición consistiera únicamente en el texto crudo de Hitler, seguiría siendo una buena noticia. Es verdad que muchos neonazis usarían la obra como objeto de culto. Pero es algo que han hecho durante años, y es algo que seguirían haciendo mediante copias pirateadas o, mejor aún, conseguidas en alguna oscura librería. El misterio es un complemento necesario del culto.
La publicación masiva del panfleto diluye ese efecto. La mente enferma de los adoradores del bigote pequeño -literalmente enferma, como se podrá llegar a demostrar en unos años- seguirá como estaba, pero el objeto de su adoración estará al alcance de cualquiera. Y lo mejor, es decir, lo peor que le puede pasar a un culto como el nazismo es la exposición. Hay que conocer qué decía Hitler y qué fue el nazismo. Y nada mejor que acudir a las fuentes directas. Porque la alternativa, propia de esta época, es la ficción. Y la ficción está bien para mostrar mundos que no han existido, no para ofrecer una versión del mundo que existió.
El debate en Alemania, ahora, no es si la obra debería haberse publicado, sino si es conveniente que sea leída en los colegios. Seguramente habría que actuar con cuidado. No debería leerse a cualquier edad, y no debería guiar la lectura cualquier profesor. Pero la manera de proceder es meramente una cuestión accidental. La lectura en Alemania de una obra como ‘Mi lucha’ es, más que conveniente, necesaria.
Hay que conocer la historia. No para que no se repita, sino porque sabemos que siempre se repite. Por eso es necesario aprender cuál es la esencia del totalitarismo, más allá de los símbolos particulares. Es necesario conocer qué dijo y qué hizo el bigote pequeño, y es necesario conocer qué dijo y qué hizo el bigote grande. Es necesario arrancar la historia de la sección «Ficción», y es necesario que los libros de texto muestren los hechos.
Empeño difícil, ciertamente. Vivimos en la era del relato.