¡Que viene Donald Trump!
¡Que-viene-que-viene Donald Trump y nosotros sin leerlo!; pese a que tiene un par de libros políticos muy dignos de ser tomados en serio –¡a ver si va a ser por eso que no lo leemos!–. El primero se titula ‘The America We Deserve’ (“La América que nos merecemos”), es de hace diecisiete años –joder con los advenedizos– y por tanto está escrito antes del 11-S y la Gran Recesión, cataclismos que el imbécil éste –Aaron James, pronúnciese “GENIO”, dixit– predijo sin abrirle las tripas a un ganso sino calibrando el menos común de los sentidos y viendo en lo que es, que diría Stendhal.
¡Que-viene-que-viene Donald Trump y nosotros sin leerlo!; pese a que tiene un par de libros políticos muy dignos de ser tomados en serio –¡a ver si va a ser por eso que no lo leemos!–. El primero se titula ‘The America We Deserve’ (“La América que nos merecemos”), es de hace diecisiete años –joder con los advenedizos– y por tanto está escrito antes del 11-S y la Gran Recesión, cataclismos que el imbécil éste –Aaron James, pronúnciese “GENIO”, dixit– predijo sin abrirle las tripas a un ganso sino calibrando el menos común de los sentidos y viendo en lo que es, que diría Stendhal.
En ‘The America We Deserve’ –que los editores patrios no han traducido porque están a full con ‘Trump: ensayo sobre la imbecilidad’, ‘Presidente Trump: Dios perdone a América’ y ‘El show de Trump: el perfil de un vendedor de humo’–, el sucesor de Barack Obama promete no estamparle su nombre a la Casa Blanca y ofrece su fabulosa pericia negociadora (”nadie puede acusarme de modesto”) para fraguar consensos (‘haters gonna hate!’) y afrontar los más importantes desafíos sin mentir a la ciudadanía (‘run, Hillary, run!’), porque “los americanos quieren que se les diga la verdad” y no son como piensan los políticos allá en Washington, a la que descalifica motejándola de “Disneyland-on-the-Potomac”: una nación de colegiales incapaces de asumir la realidad.
Trump habla aquí de “democratizar el liderazgo” y de sacar al Estado entrometido de aquellos ámbitos donde demuestra una colosal incompetencia: a América la hizo grande el capitalismo y la está jibarizando el Leviatán con sus despilfarros, sus corrupciones y una burocracia saturnal e insoportable, viene a indignarse. Y se ofrece a llevar el país de regreso a la buena senda a base de audacia, honestidad, firmeza… y de volver a tener al mítico Ronald Reagan como referencia.
Como ya por entonces se ufanaba de ser un machista racista de mierda, el aún ni aspirante Donald Trump pionero en encomendar a una mujer la gestión de un rascacielos neoyorquino proclamaba su ferviente admiración por Oprah la reina –de la tele y de la comunidad negra–, a la que veía como su vicepresidenta; así como por el musulmanísimo Muhammad Ali, auténtica bestia ¡negra! de los supremacistas blancos que jalean a un tipo que en estas páginas, ”odio la intolerancia y el fanatismo”, demanda pena de muerte para supremacistas blancos asesinos de negros indefensos.
‘Crippled America’ (“América averiada”) está escrito con más urgencia y en un tono más mitinero. Hay menos atención al detalle, menos concreción en las propuestas (incluso alguna llamativa –y reconocida– marcha atrás), mucho más del Donald Trump que tanto desprecian los medios que –¡qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!– no paran de hacer caja con el mamarracho que les ha dejado a los pies de los caballos. En Donald J. Trump vs. Los Medios Demediados, el demandante acusa a los demandados de haber perdido una ocasión extraordinaria para propiciar un gran debate sobre el estado de los States, cuya grandeza se ha desvanecido y a los que en el resto del mundo con frecuencia se les desprecia, se lamenta; y denuncia que en una tremenda medida se les ha perdido el respeto por la calamitosa política exterior del deleznable Barack Obama, quintaesenciada en el pacto nuclear con Irán, “uno de los peores acuerdos de nuestra historia”, que ha prometido revocar.
Pero sigue siendo interesantísimo lo que dice sobre la educación pública useña, que machaca a los que más necesitan subirse al ascensor social por la culpa, por la gran culpa de la omnipotente casta burocrático-sindical; sobre el muy oneroso pero aún más absurdo Obamacare y las ominosas deficiencias de un sistema sanitario que tan paradójica como lacerantemente ofrece una atención tercermundista y puntera; sobre la abracadabrante maraña legislativa y tributaria norteamericana, que haría las delicias de Kafka y echar las muelas a los Padres Fundadores de esa República constitucionalmente minimalista; y, sí, incluso sobre inmigración, donde hace a México reproches muy parecidos a los que aquí hacemos a Marruecos. Con la diferencia fundamental de que Trump no quiere tratar a Peña Nieto como nosotros tratamos a Mohamed Sexto.
Hay ideas para dar y tomar en estas dos obras de muy recomendable lectura, y que llamarían poderosamente la atención de un podemita y un randiano, de un aguerrido defensor de la sanidad pública universal y de un liberal-conservador más o menos clásico (¡que por otro lado puede perfectamente asestarte un macanudo panfleto de derechas contra el nuevo héroe republicano!). Ideas para procesar y someter a crítica, y comparar con lo que venga y vaya diciendo y haciendo el 36º presidente electo de los Estados Unidos de América. Por eso digo que qué bueno sería que los señores editores patrios dieran en traducirlos para mejor divulgarlos por estos pagos; pero como que les veo mucho más dispuestos a verter al español ‘La autobiografía del pelo de Donald Trump’, ‘Donald Trump y el peluquín maléfico’ o ya directamente ‘Donald Trump es el diablo’ con un prólogo especial de Moby Moore, que anda melenudo diciendo que lo mismo DT pasa de asumir el cargo. En la FNAC y en La Central, cuando compras los libros del preclaro éste hasta te dan un abrazo.