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El hombre de las mil jetas

Por fin veo El hombre de las mil caras en Filmin, una de las plataformas digitales que me ha permitido abandonar las molestas salas de cine (nunca estaré lo suficientemente agradecido de darme de baja de hedores, susurros, verborreas, juegos de manos y roedores incombustibles). Factura solvente y narración fluida. No fui un entusiasta del anterior film de Alberto Rodríguez. La cosa de la isla mínima que tanto gustó y que se comparó, en hipérbole inaudita, con la inmensa serie True Detective. En fin.

Opinión
  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Por fin veo El hombre de las mil caras en Filmin, una de las plataformas digitales que me ha permitido abandonar las molestas salas de cine (nunca estaré lo suficientemente agradecido de darme de baja de hedores, susurros, verborreas, juegos de manos y roedores incombustibles). Factura solvente y narración fluida. No fui un entusiasta del anterior film de Alberto Rodríguez. La cosa de la isla mínima que tanto gustó y que se comparó, en hipérbole inaudita, con la inmensa serie True Detective. En fin.

Pero estábamos con el mil jetas Paesa. Fantástico el actor en la piel de Roldán. Ese sobaco sudoroso de imperativo español que se jiña cuando pintan bastos. Y luego está el admirado Eduard Fernández (Paco Paesa), que siempre hace de Fernández pero al menos no declama la-vida-es-sueño como los inverosímiles actores de este país de campanudos.

Me encantó que el director se moviera por la senda del Thriller Graham Greene (uno de los más grandes escritores del XX que no tienen en nómina los plúmbeos jóvenes metaliterarios que nos asolan con sus prescindibles novelas/ensayo y autopajillas ficcionales) y Le Carré. De ahí que no haya tiros en la peli (solo amenazas de muerte y miedo y cadáveres gélidos) ni ese sexo de aranda(nos) tan franca y aburridamente patrio.

La fabulosa y superior izquierda, que se ríe del horterismo bigotes, del chulapón Bárcenas y de los golpecitos je-m’acuse en la pechera opus de Camps, debería ver esta peli para hacer un poco de memoria (histórica). O autocrítica, eso que tanto les gusta en los demás.

Uno de los mejores momentos del film: un falso policía cojo que responde al nombre de Capitán Khan. ¡Ni a Azcona se le hubiera ocurrido tal bendito esperpento!

Recomiendo la peli. Por entretenida e instructiva. Y para que los jóvenes rufianescos aprendan que lo suyo viene de antaño. De anónimo libro de pícaro.