Un chino al mundo
Había escrito ya mi artículo sobre Donald Trump, como cualquier hijo de vecino, cuando una vuelta más por la galería de The Objective me hizo pararme, embobado, ante la foto que ilustraba la noticia de que en China repuntan los índices de natalidad gracias a la abolición de la injusta ley del hijo único. Ahora que todo se lee en tono de amenaza al declinante poder europeo —que se amenaza solo, en realidad—, tenemos la escandalera o el jolgorio de Trump, por un lado, sí; y por otro, silencioso, el crecimiento demográfico chino, que pone en evidencia a nuestras sociedades envejecidas. China ya no sólo es el sorprendente adalid de la globalización y el liberalismo económico, sino que firma ese cheque a la esperanza que es abrirse a la vida.
Había escrito ya mi artículo sobre Donald Trump, como cualquier hijo de vecino, cuando una vuelta más por la galería de The Objective me hizo pararme, embobado, ante la foto que ilustraba la noticia de que en China repuntan los índices de natalidad gracias a la abolición de la injusta ley del hijo único. Ahora que todo se lee en tono de amenaza al declinante poder europeo —que se amenaza solo, en realidad—, tenemos la escandalera o el jolgorio de Trump, por un lado, sí; y por otro, silencioso, el crecimiento demográfico chino, que pone en evidencia a nuestras sociedades envejecidas. China ya no sólo es el sorprendente adalid de la globalización y el liberalismo económico, sino que firma ese cheque a la esperanza que es abrirse a la vida.
La lectura geoestratégica es obvia, así que aquí la dejo, para que los que quieran echen cuentas por su cuenta. Prefiero remarcar lo que más importa. Que no son los cientos de millones de chinos, sino cada nuevo niño que viene al mundo. Ya saben: la vieja sorpresa de la novedad eterna: la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. Por eso emociona la foto, que contrapesa y contrasta con los números mareantes: 17,86 millones de nacimientos el año pasado. ¡Tantos, y no suman lo que cada bebé que nace! Como advertía Gervase Crouchback: “Quantitativ judgements don’t apply”.
Vivimos en un mundo apasionante; incluso “interesante”, si quieren, en los términos de la famosa maldición china: “Ojalá vivas en tiempos interesantes”. Sin duda, lo serán para todos los chinos que nacieron el año pasado y lo harán en éste, pero, para ellos, a pesar de los tiempos que corren y de la maldición tan maliciosa de su propia cultura, haber nacido será una bendición. Desde aquí, venciendo el vértigo y el espejismo de los grandes contabilidades, multiplicando mi imaginación por uno (por cada uno), mando una felicitación a todos ellos con mis mejores deseos.