THE OBJECTIVE
Gonzalo Gragera

Sánchez, dionisiaco conquistador; susana, apolínea estratega

El pasado sábado, 28 de enero, Pedro Sánchez se dispuso a tomar el cauce de unas aguas, tras el impulso de la tormenta de Ferraz, en apariencia calmadas. Fue en Dos Hermanas, pueblo de la provincia de Sevilla. Como si de un antiguo rey castellano se tratara, pero a la inversa, Sánchez bajó del norte con intención de conquistar, de reconquistar, el epicentro del socialismo en España, que es andaluz, acaso federal, aunque resida en Madrid por utilidad para la burocracia. En contra de lo que todos apuestan, simpatizantes, militantes y adeptos, hubo apoyo interno -tímido también, sí- en el mitin de Pedro, un aliento que encuentra sus puntos fuertes en el histórico Toscano –alcalde de teoría y cacique de prácticas, en su municipio, se entiende- y Pérez Tapias, ejemplo de un PSOE más inclinado al pensamiento y a la ideología, al tratado y a la filosofía, que al pragmatismo y al eslogan, valores en boga tanto en la sociedad de hoy como en la principal rival de esta facción sanchista, al menos en los titulares y ecos del periodismo, Susana Díaz.

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Sánchez, dionisiaco conquistador; susana, apolínea estratega

Según las notas y las pretensiones del discurso de Sánchez –tan distante del que dio en la barriada de Pino Montano, Sevilla, en diciembre de 2015, en donde predominó la unión de partido, la ilusión de ganar las generales, el ideario de aplauso fácil- podríamos intuir una refundación, minoritaria en cuanto a seguidores, eso sí, en la que el PSOE resolviera su crisis de identidad acercando sus principios a los de un Podemos de tonos errejonianos; es decir, una izquierda más de reforma que de ruptura, más institucional que callejera, pero manteniendo la mano de la jura en los libros de Gramsci. Esta escenografía en el decorado, claro. Ya vendrá la realidad para decir su última palabra.

Mientras tanto, Dios dispone y Susana –que es la diosa del socialismo- propone los hilos. ¿Patxi López? Quizá de labor de escudero. Díaz sigue haciendo lo de siempre: paciente ejercicio de estrategia de puertas para adentro, moviendo fichas sin que se note, dando a entender a los medios una postura para acometer otra, jugando sus cartas con frialdad y delicadeza. Cuando menos lo esperemos, cuando más distraídos estemos y los líderes más confiados, saldrá de su propio enigma, y sibilinamente aniquilará a sus oponentes. Pero aún es pronto para eso. Con la tutela de la banca, Antonio Pulido mediante, sobra y es suficiente. Por ahora, obvio.

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