Sobre Trump y la especie...
La nobleza como cualidad humana se ve, se presiente. Se intuye cuando uno, yo mismo, ha pateado ciudades y gabardinas. La insoportable maldad del Ser Humano también se intuye en cualquier parada del bus, en cualquier esquina. Pero la bondad se huele en el rostro ajado y en la mirada limpia de quienes te venden el periódico y te hablan de cómo viene febrero para el terruño. La nobleza se ve en el gesto de los hombros de las gentes buenas y en la posición del abrigo cuando lo dejan en la percha a la hora del clarete. Porque, a pesar de todo, el Hombre como especie, ha evolucionado; ha hecho un proceso divino de ‘amejoramiento’ para dejar de ser mapache y pasar a ser cowboy en ‘Times Square’. Y, sin embargo, Donald Trump, ahí, triunfante con lo suyo que es el mundo, con su gato amarillo acostado en la frente, sus queridas y sus enemigos. Ya nos dijo en célebre contraportada el maestro Manuel Alcántara que, incluso sin votarlo, íbamos a sufrir aquí al que yo llamo ‘coloso en damas y en nadas’: Trump, Donald.
Cierto es que ahora, paseando por el pinar, el cielo está bajo y que probablemente Trump no esté pensando en mí. Cierto es que hasta mi próxima -por lo menos- columna no entraremos en guerra mundial. Pero también es cierto que la Europa que somos todos ha quedado como un calcetín moralizante frente a la prepotencia yanqui. Que la Europa de las luces palidece frente al payasismo votado. Sucede que con el nublado sin frío se me pierde el perro entre los pinares. Y pensar, pensar como oficio, parece que es malo. Y ojalá ya primavera, y seguro que contra Trump viviremos. Viviremos mejor en el intento.