THE OBJECTIVE
Enrique García-Máiquez

La grasa y el músculo

Los que ven a Donald Trump como un neofascista desmelenado tendrán problemas para encajar su exigencia de que los europeos gastemos mucho más en Defensa. La caricatura exigiría que el imperialista fuese el que se armase hasta los dientes. Porque a nadie se le escapa que, exigiéndonos ese gasto, fomenta nuestra libertad. Aún más que la dependencia económica o la energética, la militar condena a una situación de vasallaje, como se sabe desde el feudalismo, por lo menos. Ahora los aliados seremos cada vez menos satélites. Resulta, pues, que el presidente de los Estados Unidos que se perfilaba como el gran enemigo de Europa puede terminar siendo su benefactor.

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La grasa y el músculo

Los que ven a Donald Trump como un neofascista desmelenado tendrán problemas para encajar su exigencia de que los europeos gastemos mucho más en Defensa. La caricatura exigiría que el imperialista fuese el que se armase hasta los dientes. Porque a nadie se le escapa que, exigiéndonos ese gasto, fomenta nuestra libertad. Aún más que la dependencia económica o la energética, la militar condena a una situación de vasallaje, como se sabe desde el feudalismo, por lo menos. Ahora los aliados seremos cada vez menos satélites. Resulta, pues, que el presidente de los Estados Unidos que se perfilaba como el gran enemigo de Europa puede terminar siendo su benefactor.

A base, eso sí, de retirarnos los beneficios. La madurez es, en buena medida, la áspera marcha hacia la responsabilidad. En política internacional, tener una defensa propia y operativa resulta indispensable para sostener la soberanía. Sin ella, Europa jamás podrá ser un actor internacional de peso.

No acaban ahí las ventajas de la exigencia de Trump. También nos obligan a una madurez presupuestaria de la que adolecemos. Nada es gratis, y mucho menos la seguridad. Es cómodo, cómo no, que la paguen los americanos, en una suerte de Plan Marshall militar. Pero eso es demasiado caro y demasiada cara, ha zanjado Trump. Y nos vamos a enterar, porque tener unas Fuerzas Armadas operativas cuesta mucho más que tenerlas decorativas. Se venía pidiendo a nuestros militares un insaciable sacrificio silencioso para sostener, a pesar de los recortes, al menos la apariencia. Además de por su abnegación e ingenio, ha podido hacerse, mal que bien, porque estaba la red de seguridad americana, que nos ahorraba también el coste político de muchas decisiones difíciles e intervenciones peligrosas.

Ahora habrá que gastar de verdad. Sin tener demasiado margen, encima, para subir los impuestos, porque están tensados al máximo. Tendremos, pues, que perder grasa del gasto público para ganar músculo militar. Lo que exigirá, por un lado, recortar en partidas mórbidas y, por otro y de una vez, concienciar al pueblo soberano de la importancia de nuestros ejércitos. Trump dejará de pagarnos, pero le deberemos una.

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