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El Oscar es para el Mago de Oz

A Dorothy le dicen que si es buena chica y sigue el camino de baldosas amarillas, perseverando cabezota a pesar de las dificultades, llegará ante el gran mago de Oz, que les dará, a ella y a sus acompañantes, lo que más desean. Lo malo es que al llegar a la Ciudad Esmeralda, muchacha y acompañantes, se encuentran con lo que nos encontramos tantos actores, pintores o escritores: que el mago de Oz, como cualquier magia, tiene truco. Decepcionados, Dorothy y sus compañeros creen que todo ha sido en vano, pero enseguida comprenden que al perseguir un mágico espejismo de ilusión, atravesando mil vicisitudes, se han llenado los bolsillos de éxito.

Opinión
  • Lea Vélez es escritora. Su novela más reciente es “La sonrisa de los pájaros” (2019). Es autora también del ensayo literario «La Olivetti, la espía y el loro» (2017) y de la novela «Nuestra casa en el árbol» (2017)».

A Dorothy le dicen que si es buena chica y sigue el camino de baldosas amarillas, perseverando cabezota a pesar de las dificultades, llegará ante el gran mago de Oz, que les dará, a ella y a sus acompañantes, lo que más desean. Lo malo es que al llegar a la Ciudad Esmeralda, muchacha y acompañantes, se encuentran con lo que nos encontramos tantos actores, pintores o escritores: que el mago de Oz, como cualquier magia, tiene truco. Decepcionados, Dorothy y sus compañeros creen que todo ha sido en vano, pero enseguida comprenden que al perseguir un mágico espejismo de ilusión, atravesando mil vicisitudes, se han llenado los bolsillos de éxito.

Esta moraleja vale para cualquier sociedad moderna. La vida es el juego de la oca. El camino de Santiago. La alfombra roja. El objetivo, el premio, la zanahoria, es un espejismo, claro, pero no hay que desesperar, porque si no has logrado el Oscar o el pastón y la atención mediática de premios literarios como el Planeta o el Primavera o el milagro del santo, al menos te has convertido en un tipo genial y admirable en tu camino de esfuerzo. Y lo peor de todo esto, es que es verdad.

Eso sí, aún hay magias y magias. Magias disimuladas y magias con toda la cara. Cada año, cuando veo a los señores de Price Waterhouse mostrar sus maletines cerrados con llave en la ceremonia de los Oscar (nada por aquí, nada por allá), pienso que igual que hay unos Oscar y unos Goya, hay también magia a la americana y magia a la española. En la magia a la española, me vienen a la mente las risas que nos echábamos con un productor amigo cuando nos contaba que hace mil años, para que el presentador de un programa de televisión pudiera decir la frase: “y ahora, el señor notario va a sacar la papeleta ganadora”, no contrataban a un notario, sino a un tipo que se apellidaba “Notario”. Con la magia a la americana, la de Hollywood, es todo más a lo grande, impenetrable e inmortal y pienso en Houdinis modernos, con ganzúas o maletines de película. Cuando pienso en su magia falsa, pienso en el Mago de Oz.