El golpismo de Maduro
Siglos de fenomenología del golpe de Estado nos contemplan y vienen a poner una vez más en cuestión las tesis del final de la Historia o de la irreversibilidad de los procesos democráticos. Así hemos llegado al siglo XXI, hasta el extremo de que un país rico y estable como Venezuela, paradigmático en los años ochenta, está bajo la tutela ilegítima de un régimen cuyo poder ejecutivo ha echado a la papelera el poder legislativo eliminando las salvaguardas de la oposición –es decir, dos tercios de la Asamblea Nacional-.
Siglos de fenomenología del golpe de Estado nos contemplan y vienen a poner una vez más en cuestión las tesis del final de la Historia o de la irreversibilidad de los procesos democráticos. Así hemos llegado al siglo XXI, hasta el extremo de que un país rico y estable como Venezuela, paradigmático en los años ochenta, está bajo la tutela ilegítima de un régimen cuyo poder ejecutivo ha echado a la papelera el poder legislativo eliminando las salvaguardas de la oposición –es decir, dos tercios de la Asamblea Nacional-. Una temporada inicua de inseguridades jurídicas y erosiones deliberadas del Estado de derecho rebasa el límite posible. La estrategia chavista de usurpación de la soberanía nacional viene a prologar ahora una reedición de “La técnica del golpe de Estado” de Curzio Malaparte y, más allá en el tiempo, las “Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado”, publicado de forma anónima en Roma en 1639 y cuyo autor era Naudé, secretario del cardenal de Bagni y luego bibliotecario de Mazarino.
Pero, ¿cómo se apodera uno de un Estado moderno ya en fases posteriores al absolutismo? Para el chavismo esa ha sido una larga marcha que ha empobrecido a Venezuela, desquiciado sistemáticamente el imperio de la ley y truncado las formas de la democracia representativa. No está de más preguntarse de nuevo por las concomitancias entre el régimen venezolano y el populismo anti-sistema que representa Podemos. Los juristas y filósofos de Podemos han aportado al chavismo un utillaje intelectual “sui generis”, produciéndose una retroalimentación oscura por la que primero Chávez y luego Maduro han apoyado económicamente la fundamentación organizativa del partido de Pablo Iglesias. La Rusia de Putin y la Turquía de Erdogan, por ejemplo, van por un camino comparable pero ahora mismo es Maduro quien ha trazado una gran línea de sombra en una época que no sabemos cómo definir. En un mundo globalizado, el golpismo ya no es una rareza exótica.
Sabemos cuáles son las consecuencias de primar la insurrección popular –la no-democracia salvaje- sobre la ley. Naudé lo describió magistralmente: “Cae el rayo antes de que se oiga retumbar el trueno, se comienza a rezar antes de que suene la campana, quien pensaba dar el golpe lo recibe, sufre quien no lo esperaba, muere quien suponía estar más seguro. Todo se libra en la noche y las tinieblas, en medio de tempestades y tumultos”. A diferencia, en Venezuela el régimen lo enmascara en directo, en el canal Telesur. Desaparecidas las guerrillas en Sudamérica y con el castrismo entre la espada y la pared, en Venezuela la regresión postula los métodos casi olvidados de lo que fuera Tercer Mundo. Maduro ha finiquitado a Montesquieu en un momento de grandes incertidumbres mundiales. Vemos cómo la comunidad internacional reacciona con temor más que con prudencia. Con los supermercados vacíos de alimentos y sin medicinas, miles de venezolanos huyen a Colombia. Así es como uno de los países con mayores reservas de petróleo se ha quedado sin gasolina y sin poder legislativo.