¿Savile Row? Exprópiese
A Owen Jones, el escritor y comentarista de izquierdas de moda en Gran Bretaña, le ha caído una buena tunda en las redes sociales tras posar con una chaqueta de mil libras (unos mil doscientos euros) en una entrevista para la edición británica de la revista GQ al mismo tiempo que pontificaba sobre el fin del capitalismo.
A Owen Jones, el escritor y comentarista de izquierdas de moda en Gran Bretaña, le ha caído una buena tunda en las redes sociales tras posar con una chaqueta de mil libras (unos mil doscientos euros) en una entrevista para la edición británica de la revista GQ al mismo tiempo que pontificaba sobre el fin del capitalismo.
Jones, una especie de Errejón británico que escribe para medios de simpatía laborista como The Guardian, ha replicado diciendo que la prenda no era suya y que lo máximo que ha gastado jamás en una chaqueta son cincuenta libras. Tras lo cual ha rematado su respuesta con el emoticono de un monicaco amarillo riendo. Si los intelectuales de izquierdas continúan cumpliendo los años hacia atrás en vez de hacia delante acabarán babeando su copia de El manifiesto del Partido Comunista mientras la tata les hace el avión con los potitos veganos.
También ha intervenido en la polémica un periodista de GQ. Y lo ha hecho con un argumento que se ha convertido desde ya en uno de mis favoritos de siempre. Cuanto más barata la chaqueta, mayor la posibilidad 1) de que haya sido fabricada por un niño en un taller ilegal de Bangladesh a punto de derrumbe y 2) de que la prenda no sea biodegradable. No queda claro cuál de las dos posibilidades les parece más insoportable. La conclusión, que no me invento yo sino que escribe negro sobre blanco el periodista, es que lo ideal desde un punto de vista solidario es comprarse la ropa en un taller artesanal italiano o en Savile Row.
Es inevitable aquí acordarse de esa viñeta de Chumy Chúmez en la que un progre observa con desprecio a cuatro labriegos mientras dice “A veces pienso que esta gente no se merece que me lea entero El capital”. La gente a la que se refiere el progre de Chúmez es la que no viste en Savile Row o, para el caso, donde sea que se compre la ropa el progre de Chúmez. Esa gente tan bien encarnada en los animales que al final de Rebelión en la granja miran por la ventana y son incapaces de distinguir a los cerdos, que han liderado la revolución, de sus antiguos patrones, los humanos.
Pocas mentiras más paticortas que la de que el socialismo es 100% compatible con un estilo de vida perfectamente burgués. Es aquello de “¿Por qué no puedo ser socialista y comprarme trajes de 15.000 euros en Savile Row?”.
Pues porque es de suponer que al materialismo científico, una corriente filosófica con pretensiones de precisión, se le debería exigir una cierta coherencia interna entre teoría y práctica. Digo yo. Por no hablar de consistencia, razonabilidad, plausibilidad y replicabilidad. Que es lo mínimo que se le exige a las teorías científicas que se pretenden ciertas. La alternativa es aceptar que el socialismo es un aura de santidad meramente declarativa y poca cosa más.
O quizá lo que ocurre es que cuando Corbyn, Iglesias o Garzón piden el fin de la austeridad no se están refiriendo a la del Estado sino a la suya propia.
Aunque siempre pueden expropiar a los sastres de Savile Row.