Momias a destajo
En el fabuloso museo egipcio de El Cairo lo primero que se encuentra el visitante es una sala con las momias de Tutmosis II, Tutmosis III, Tutmosis IV y una docena de faraones que vivieron hace miles de años y que ahora yacen en un círculo, expuestos a la mirada de los visitantes.
En el fabuloso museo egipcio de El Cairo lo primero que se encuentra el visitante es una sala con las momias de Tutmosis II, Tutmosis III, Tutmosis IV y una docena de faraones que vivieron hace miles de años y que ahora yacen en un círculo, expuestos a la mirada de los visitantes.
Es la versión egipcia de la Cripta de los Capuchinos de Viena, del Panteón de los reyes españoles en El Escorial, o de los grandes sarcófagos de la dinastía de los Romanov en la fortaleza de San Pedro y San Pablo, donde por cierto los últimos zares comparten fraternalmente sepulcro con sus hijos, con el doctor Botkin y con las camareras que les habían acompañado en su cautiverio y que fueron con ellos asesinados en un sótano de Ekaterimburgo, al pie de los Urales.
Volviendo a Egipto: ahora los arqueólogos han descubierto seis momias de hace 4.000 años, y miles de estatuillas-amuletos, entre otros objetos, en un yacimiento en Luxor, sur del país. Se espera encontrar algunas momias más en la misma excavación.
No se ha encontrado, sin embargo, ni rastro de un “ka”, que era un “gemelo” o “doble” que tenían los egipcios y que acompañaban al alma del difunto y le ayudaban a superar las arduas pruebas y combates que conducían hasta los sembrados y praderas del otro mundo. Una vez allí, uno podía cultivar la tierra (por eso en los enterramientos se suele encontrar granos de cereales) y de vez en cuando volver a este mundo para contemplar la belleza de Egipto…
Quizá por eso esa antigua, noble y compleja religión se extinguió: porque en vez de prometer a sus fieles que en el otro mundo le esperaban huríes complacientes o coros arcangélicos se les prometía que harían de campesino.
Este “ka” es la entidad más simpática de la antigua religión egipcia. No te dejaba solo en el tránsito detestable. Las momias, en cambio, no me gustan tanto. No me gustan mucho. A decir verdad no me gustan nada.