Incierta Gloria, Morán
Entrevisté a Gregorio Morán hace unos cuantos años. Me enviaron de un digital con una paga pactada. Como provengo de una playa solazosa cualquier esfuerzo por subir una ciudad abrupta me parece una derrota definitiva.
Entrevisté a Gregorio Morán hace unos cuantos años. Me enviaron de un digital con una paga pactada. Como provengo de una playa solazosa cualquier esfuerzo por subir una ciudad abrupta me parece una derrota definitiva. De ahí que me sintiera tan desgraciado cuando viví en un apartamento de porteros en Sant Gervasi. Subir. Trepar. Sonreír. Qué pereza. La buena conciencia de ser nieto de vencidos de Badalona a ras del suelo y junto a la mar.
Pero subí. Y subí para entrevistar a un señor cuya pureza ideológica me conmueve y me mueve al más absoluto escepticismo. Subí tanto que dejé atrás a la burguesía falaz y cobarde de Barcelona para toparme otra vez con graníticos edificios de un barrio proleta al borde de las montañas. Con portero automático Canivell.
Todo en ese pisito era oscuro, menos la luz de esa luna artificial que se me pegaba a los ojos con una impertinencia antipática. Más allá del foco inquisidor todo era negro y agrio silencio. Clandestino. El anacronismo no provenía de la riada de libros en el anaquel intuido a su espalda sino de un paquete de Gitanes a pie de obra. El escritor hablaba con una seguridad admirable y con un desprecio despreciable. Todos, menos él, eran unos mierdas y unos traidores a los más altos ideales que el ser humano haya podido vislumbrar. Y que tantos asesinatos han provocado, añado.
Pese a su paranoia pueril y su fantasía egocéntrica (no me lo veía poniendo en jaque al régimen franquista, la verdad), me cayó bien. Tenía ese punto bravucón astur que a mí, como mediterráneo convencido y cabroncete, me hace mucha gracia. Me despidió muy amablemente entre las tinieblas de un angosto pasillo. Le envié la entrevista cuando se publicó. Rajaba de todo y de todos. Me permití cierta ironía en la entradilla. Nunca me respondió.
Por cierto: “Incerta glòria” es, junto a “Vida Privada”, la mejor ficción en catalán del siglo XX. Y del XXI.