THE OBJECTIVE
Lea Vélez

¿Cuál es tu causa?

¿Cuál es tu causa?, me preguntó el periodista. ¿Tienes causa? ¿Qué defiendes? ¿Qué rechazas? Me río y le explico que es complicado, porque cuando todo el mundo dice blanco, siento la necesidad de decir negro y cuando todo el mundo dice negro, yo debo defender al pobre blanco, abandonado a su suerte, destrozado por la moda de una causa que arrolla sin piedad al enemigo. Una causa es un monolito y los monolitos me aterran, porque son la injusticia, siempre, con alguien.

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¿Cuál es tu causa?

¿Cuál es tu causa?, me preguntó el periodista. ¿Tienes causa? ¿Qué defiendes? ¿Qué rechazas? Me río y le explico que es complicado, porque cuando todo el mundo dice blanco, siento la necesidad de decir negro y cuando todo el mundo dice negro, yo debo defender al pobre blanco, abandonado a su suerte, destrozado por la moda de una causa que arrolla sin piedad al enemigo. Una causa es un monolito y los monolitos me aterran, porque son la injusticia, siempre, con alguien.

Un amigo mío, ya anciano, que me ha visto crecer, ha dedicado su vida a la política en el PP. Es un hombre justo de derechas, cosa que existe con la misma y escasa honradez que la justicia de izquierdas. También -lo sé yo- este exdiputado, es una persona de moral intachable, justa y generosa, culta, inteligente, que, por encima de todo, siempre, ha antepuesto al humano egoísmo las normas de convivencia, las leyes, el progreso y la igualdad. Fue ministro, diputado y catedrático de derecho toda su vida. El otro día recordaba una conversación que tuve con él, en una cena. En realidad, fue una regañina. Yo tendría 18 años, él era eurodiputado. Como una boba, como una rebelde joven, le dije que yo no estaba de acuerdo con las cuotas de discriminación positiva para que la mujer llegase a ciertos ámbitos de trabajo. Estamos hablando de cuando apenas existían leyes de igualdad. Yo, en mi inocencia estúpida e ignorante, quería alcanzar lo más alto por propio mérito, sin que nadie dijera -como dicen (¡todavía!) hombres cultos en sus columnas de prensa- “está ahí sin merecerlo, solo por ser mujer”. Este hombre de derechas me miró con una indignación que nunca he vuelto a ver en su rostro y me dijo: “¿Qué no estás de acuerdo con la discriminación positiva? ¡¿Qué no estás de acuerdo?! Criatura, tú eres una chica inteligente, pero te puede la juventud. ¿Cómo quieres que la mujer se convierta en referente para las demás mujeres y para los propios hombres? ¿Cómo quieres que llegue la igualdad por méritos propios si el hombre tiene todo el poder? Tú, con toda tu inteligencia, no podrás llegar a la igualdad sin la ayuda de la ley. No hay mérito que se salte dos mil años de historia. No es posible de ninguna otra manera. La mujer tiene que dirigir el barco, darle su punto de vista a la sociedad desde la ley, marcar pautas con su criterio, desde el poder, desde los gobiernos. Nunca habrá igualdad hasta que no haya mujeres legisladoras, directoras de empresas, catedráticas de universidad, científicas. Tiene que haber discriminación positiva y todos los diputados debemos apoyarla.”

Me puso en mi sitio. Me convenció plenamente. Ahora, este señor de firmes principios morales, ha sido demonizado y acusado de actos horrendos que no son ciertos, por gente progresista y maja, incluso, que tiene como causa la justicia. Personas buenas que desde la congruencia moral dicen: “todo el que estuvo en los gobiernos de la dictadura es un asesino, todos los que no, son hombres de bien”. Los comprendo, pero no puedo caminar bajo esa pancarta porque en mi conciencia, existen, antes que las causas, las realidades y solo el individuo es real.

Mi causa es el individuo. La literatura es eso: decir lo buenos que son algunos “malos” y lo malos, horribles, que son algunos buenos. Porque no hay malo absoluto ni bueno total, blanco y negro, bien y mal. Soy de los Lord Jim de esta tierra. Soy de los personajes atrapados por la historia, que desde el bando que sea, han aplicado una escala de valores intachable que no pasa por matar, ni por coger sobres, ni por acumular riqueza en Andorra, ni por darse comilonas millonarias a cuenta del sindicato o cambiarse la chaqueta para llegar al poder. Soy de esas pocas raras, que admiran a los que se toman la igualdad y el progreso como un esforzado, silencioso, convencido y poco reconocido trabajo. Soy de los que reciben los insultos encogiéndose de hombros porque tiene la conciencia en paz. Soy de la anciana que ha enterrado a su padre. Soy de los testigos que cuentan tragedias. Soy de investigar hasta el fondo. Soy de hacerlo todo bien, sin causar daño. Soy de la escritura y de la soledad.

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