San Pascual Bailón
No sé si han visto un vídeo de la BBC de un entierro en Ghana. Merece la pena, valga la redundancia. Búsquenlo. Los portadores del féretro van bailando con grandísimo ritmo y ataúd arriba y abajo, adelante y atrás, de espaldas y de frente. No paran. Para descansar en paz ya habrá tiempo.
No sé si han visto un vídeo de la BBC de un entierro en Ghana. Merece la pena, valga la redundancia. Búsquenlo. Los portadores del féretro van bailando con grandísimo ritmo y ataúd arriba y abajo, adelante y atrás, de espaldas y de frente. No paran. Para descansar en paz ya habrá tiempo.
En Ghana han superado con creces esa desazón hispánica de cómo llevar el féretro, si a hombros o a peso. Allí todo está en sazón. A un primer golpe de vista, parece la apoteosis del humor negro. ¿Es una falta de respeto? Para mí, tras pensarlo un rato, que es todo lo contrario. Fíjense que en la tierra de María Santísima se bailan las tallas de la Virgen y no a cualquiera de una hermandad de gloria o de una devoción festiva, como a la Virgen del Carmen, sino a las mismísimas advocaciones de Semana Santa. A los patrones de los pueblos o a los san Juanes los meneos que les pegan son menudos. El baile tiene un componente sagrado que no hay que pasar por alto. No es extraño, pues, que en sociedades donde el culto a los muertos es tan poderoso se les entierre con tal jaleo rítmico.
El féretro va perfectamente tapado y supongo que también amarrado y con el fallecido bien sujeto. Podría pasar cualquier cosa. A la vista del ritmo de muerte que llevan los portadores y de la intensidad del éxtasis que se alcanza, incluso que al propio muerto le diese la risa. Pienso en mí mismo en el papel protagonista. Como jamás he bailado bien y casi nunca, sería mi momento estelar. Mi reencuentro (en el último momento) con el ritmo.
Para España, le concedo a mi amiga Mercedes Docampo, tan espantada con el ritual, que quizá sea demasiado, aunque aquí tenemos a san Pascual Bailón, una autoridad en la materia. El 29 de julio veíamos una romería gallega, en Las Nieves, en Pontevedra, donde sacan en ataúdes auténticos, en agradecimiento a Santa Marta, la hermana de Lázaro, el resucitado, a los que han estado a punto de morirse en ese año, pero se salvaron por los pelos. Cada cultura tiene sus matices, como se ve, y, entre el rechazo feroz o la copia boba, está la admiración sincera. Desde lejos, sin mezclarnos en su fiesta ni importarla, tenemos mucho que aprender de Ghana. Los enterradores rítmicos asumen la muerte como algo muy vital y que no interrumpe la conexión con la comunidad, unida, incluido el finado, en una música que, a su manera, no tiene fin y remite a la de las esferas.