Tumbarse a la mariana

El lumbago de Rajoy es, quizá, el reflejo de la España que le dolía a Unamuno. Pero a Rajoy no le duele España, le duele la espalda.

El ataque de lumbago de anteayer del presidente del Gobierno entra dentro del orden constitucional con el que ha de marchar un país en verano. Mientras, en las redes sociales, pedían con guasa condenar el ataque. “Todos los males de Rajoy son los independentistas catalanes”, afirmaban algunos diputados del PP antes del verano cuando les preguntaban por la marcha de la legislatura. Los independentistas con sus urnas como trincheras. Pero en la Generalitat han leído más a Camba que a Pla y se lo han tomado con la literalidad del que ha leído poco. “Una nación se hace lo mismo que cualquier otra cosa. Es cuestión de quince años y de un millón de pesetas.” Sólo que en la Generalitat van algunos millones más –de euros-; unos cuantos más. Tres mil setecientos millones de euros, sólo en la etapa de Artur Mas, según el cálculo que se hacía a fecha del año pasado. Pero “la nación es un sentimiento”, afirma Pedro Sánchez. No es cosa de dineros, claro… Aunque el dolor de Mariano es más probable que esté provocado por cualquier vudú norcoreano, que por el devenir del proceso independentista de Puigdemont y compañía. Rajoy y el lumbago son incompatibles, él que siempre ha sido de esperar sentado a ver pasar el cadáver de sus enemigos.

El lumbago de Rajoy tan sólo es el “vuelva usted mañana” de Larra.

En Twitter defendían algunos que lo del lumbago le pasaba al presidente por echarse toda España a la espalda. “Por llevar ya tantos años entre ministerios, oposición…” Pero Rajoy nunca ha cargado con España. Rajoy lo que mejor hace es delegar: en el Tribunal Constitucional, en Soraya, incluso en Pedro Sánchez como forma de volver a ganar unas elecciones.