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La hora del patio

El Barça, la inmersión lingüística, el club infantil Súper 3 y la casa madre de este último, TV3, son los cuatro instrumentos de que se ha valido el catalanismo para socializar a la infancia.

Opinión

Reuters

  • Me fogueé en la revista El Ciervo a principios de los noventa y, tras un largo periodo dedicado a la edición en sus múltiples facetas, fundé una editorial, Tentadero, que fracasó por todo lo alto, dejando tras de sí cuatro obras hoy inencontrables, entre las que destaca Ebro/Orbe, de Arcadi Espada. Retomé el periodismo como redactor jefe del periódico Factual, semillero de modernidad que no resistió la crisis de 2009. Soy autor del dietario ‘Libre directo’ y, con Iñaki Ellakuria, de ‘Alternativa naranja’, crónica de la génesis y ascenso de Cs. Desde 2020 vivo en Madrid, terra d’acollida.

El Barça, la inmersión lingüística, el club infantil Súper 3 y la casa madre de este último, TV3, son los cuatro instrumentos de que se ha valido el catalanismo para socializar a la infancia. Si bien se trata de instituciones que cumplen funciones distintas, presentan dos rasgos comunes: la glorificación del ocio y un antiespañolismo que, las más de las veces, se expresa en forma de chiste.

Hasta tal punto tiene asumido el nacionalismo que dichas fábricas, por emplear el símil con que alude al PP y a C’s, son de su entera propiedad, que ayer el portavoz de ERC en el Congreso, Joan Tardà, invocó en su alegato prorreferéndum una canción del Club Súper 3 titulada ‘Uh, oh, no tinc por’ (quitándole, de paso, el último velo de ambigüedad al lema de la manifestación del sábado). Sea como fuera, antes de incrustar el ‘Uh, oh…’ en el Diario de Sesiones, Tardà ilustró a Rajoy: «El Club Súper 3 tiene el triple de socios que el Fútbol Club Barcelona». Habiendo hablado tantas veces en nombre de Cataluña, que lo hiciera en nombre de los niños del Súper 3 aun podría considerarse un rapto de modestia.

En cualquier caso, no estaría de más que la próxima vez acreditara el permiso de los padres, que fue, por cierto, lo que hizo la Casa del Rey cuando el Gobierno de Puigdemont exigió que retirasen de la web las fotos de niños y adolescentes heridos. No fueron escrúpulos, no; es que a mis niños, señora, sólo les pego yo.