Arrimadas y los tarados
El mensaje de facebook con el que Rosa María, una mujer separatista bastante alterada, manifestaba el otro día, con palabras impresionantes por su violencia y grosería, sus sentimientos hacia Inés Arrimadas, la jefe de Ciudadanos en Cataluña, es un fenómeno del todo insignificante y a la vez significativo. Insignificante, porque Rosa María está con toda probabilidad algo perturbada, o tiene limitadas sus funciones intelectivas, y porque su opinión no tiene valor, no cuenta salvo en su justa e infinitesimal proporción, cuando se celebran comicios y ella mete su papeleta en la ranura de la urna, mientras a su lado una voz dice “ha votado”. Es lamentable y digna de lástima quien no pudo refrenar su coprolalia aun sabiendo, como ella misma escribió, que le iban “a llover críticas de todos los lados, sé que lo que voy a decir es machista y todo eso, pero…”. Pero aún así, lo dijo.
El mensaje de facebook con el que Rosa María, una mujer separatista bastante alterada, manifestaba el otro día, con palabras impresionantes por su violencia y grosería, sus sentimientos hacia Inés Arrimadas, la jefe de Ciudadanos en Cataluña, es un fenómeno del todo insignificante y a la vez significativo. Insignificante, porque Rosa María está con toda probabilidad algo perturbada, o tiene limitadas sus funciones intelectivas, y porque su opinión no tiene valor, no cuenta salvo en su justa e infinitesimal proporción, cuando se celebran comicios y ella mete su papeleta en la ranura de la urna, mientras a su lado una voz dice “ha votado”. Es lamentable y digna de lástima quien no pudo refrenar su coprolalia aun sabiendo, como ella misma escribió, que le iban “a llover críticas de todos los lados, sé que lo que voy a decir es machista y todo eso, pero…”. Pero aún así, lo dijo.
La empresa para la que trabajaba ya la ha despedido, Arrimadas ha anunciado que interpondrá una denuncia en los tribunales, que probablemente es lo que corresponde en estos casos, aunque ignoro si Soto Ivars, autor de “Arden las redes”, ensayo sobre varios parecidos en España y en el extranjero, pensará que no debe reprimirse la libertad de expresión o no hay que concederle importancia a un exabrupto así, por repulsivo que sea. Luego le llamo.
La cabeza, tan alienada, de Rosa María despierta mi sentido de la piedad, pero no, desde luego, mi simpatía, ni la de casi nadie, lo cual da aún más pena, pues señala la soledad en que se encuentra esa mente recalentada por el odio en medio del círculo de hielo de la indiferencia o el desprecio general.
Digo que es un caso insignificante pero también significativo, como síntoma de la temperatura en la que viven muchos separatistas a los que sus jefes y portavoces les han prometido el oro y el moro y mil maravillas que se tienen merecidas porque son gente especial, un híbrido maravilloso de danés y mediterráneo, pero que ya sospechan que todo eso no lo verán sus ojos. El nivel de odio latente, de rabia impotente y temor a la frustración, del que a veces, como en este caso ínfimo, se ven algunas señales, algunos atisbos que no han podido ser controlados y que traicionan la verdadera naturaleza del proyecto –es larga la lista de agresiones, amenazas, ofensas, intimidaciones, etcétera— es altísimo en esos ambientes. Cabe temer que la calentura febril suba todavía en las próximas jornadas, y que esas bajas pasiones en vez de apaciguarse se inflamen cuando se materialice una gran decepción, un fuerte desengaño inevitable. Llega la hora de los más tarados.