Una revolución
Ya sabemos lo que ha organizado el gobierno autonómico liderado por Puigdemont. Conocemos bien el papel de villano que el torpe gobierno de Mariano Rajoy ha representado en ese teatro. Tenemos claro, hoy como hace cuatro semanas, hoy como hace cuatro décadas, que el gobierno regional de Cataluña va a declarar la independencia del resto de España. Lo que muchos no ven con suficiente claridad es que estamos ante una auténtica revolución.
Ya sabemos lo que ha organizado el gobierno autonómico liderado por Puigdemont. Conocemos bien el papel de villano que el torpe gobierno de Mariano Rajoy ha representado en ese teatro. Tenemos claro, hoy como hace cuatro semanas, hoy como hace cuatro décadas, que el gobierno regional de Cataluña va a declarar la independencia del resto de España. Lo que muchos no ven con suficiente claridad es que estamos ante una auténtica revolución.
Será el polvo levantado por los escombros del Estado. Será el descreimiento con el que miran los españoles a su país. Será la derrota por incomparecencia del nefando gobierno liderado por este Don Julián redivivo. Será porque la palabra revolución se ha utilizado para cualquier ocurrencia y ha perdido su sentido. Será que en España el fin de la historia llegó la las aulas hace décadas. Será que la hemos gestado durante cuarenta años y hemos tolerado, cuando no comprendido, sus motivaciones xenófobas e insolidarias. Pero la tenemos aquí y muchos no la pueden ver.
Es una revolución porque se subvierte el orden legal, y porque se hace en nombre de un sujeto político distinto del actual. Es una revolución porque, si Rajoy permite, con su inacción culposa e inane, la secesión de Cataluña, todo, absolutamente todo, quedará en entredicho. El nombre de España quedará temblando. Su territorio se quebrará por una o dos heridas más. La Constitución tendrá el mismo crédito que le ha concedido Mariano. Y en Cataluña regirá un régimen dizquedemocrático dedicado a la construcción nacional; es decir, a hacer de la región lo que nunca ha sido y a dividir a sus ciudadanos entre fieles y sospechosos. Lo que conocemos quedará en entredicho. Nuestras referencias serán más pequeñas e inseguras.
Y aún se publicarán unas memorias de Mariano que no se titulen “Mis vergüenzas”.