La burbuja de Podemos
Cabe preguntarse si todo no ha sido más que una broma. Un grupo de sediciosos secuestra las instituciones autonómicas, alegando contra toda evidencia que no son españolas, ni ellos tampoco, y cuando llega la hora de la verdad, la de las barricadas, se montan un exilio con la infraestructura legal de ETA. Todo era mentira, pero esta combinación entre discursos gradilocuentes, declaraciones con gatillazo, y feroz cobardía tiene que producir a los independentistas un profundo sentimiento de vergüenza. Sólo que no ha sido una broma. Es el estallido de la burbuja nacionalista. Los catalanistas pensaron, de veras, que podrían lograr la secesión sin ir a la cárcel, o sin llevar a sus seguidores a una guerra contra el resto de España.
Cabe preguntarse si todo no ha sido más que una broma. Un grupo de sediciosos secuestra las instituciones autonómicas, alegando contra toda evidencia que no son españolas, ni ellos tampoco, y cuando llega la hora de la verdad, la de las barricadas, se montan un exilio con la infraestructura legal de ETA. Todo era mentira, pero esta combinación entre discursos gradilocuentes, declaraciones con gatillazo, y feroz cobardía tiene que producir a los independentistas un profundo sentimiento de vergüenza. Sólo que no ha sido una broma. Es el estallido de la burbuja nacionalista. Los catalanistas pensaron, de veras, que podrían lograr la secesión sin ir a la cárcel, o sin llevar a sus seguidores a una guerra contra el resto de España.
No es la única burbuja que ha estallado. Podemos ha jugado con el nacionalismo a la equidistancia, en el bien entendido de que al llegar la hora de la verdad estaría contra España y del lado de los nacionalistas. Han hecho lo único que podían hacer, pero resulta que, incluso en España, poner su capital político al servicio de la ruptura del país y ser a la vez un partido de masas resulta muy difícil. Y están perdiendo apoyos, y hay dirigentes de Podemos que han roto a utilizar palabras que yo les daba por desconocidas, como “España”. La banda se rompe por dentro entre los que saben leer encuestas, los puristas que optan por reconocer la república catalana, y la dirección que ya traza un nuevo plan para alcanzar el poder.
Como Pablo Iglesias no es muy imaginativo, ese plan pasa por que la izquierda, la suya al menos, forje una alianza con los nacionalistas. Para él, ya lo dijo hace cuatro años, España es una idea perdida desde el final de la Guerra Civil, por lo que echarla al desagüe de la historia no tendría más que ventajas. Con esas siniestras razones, ejemplifica en el Rey Felipe el epítome de este régimen que les impide a ellos romper el país y a él hacer con él lo que le venga en gana. Ha dicho en el Círculo de Bellas Artes que “el independentismo ha fracasado pensando que se podían independizar de Rajoy. Del PP no es fácil independizarse, hay que sacarles del Gobierno democráticamente”. Los españoles que quieren seguir siéndolo y que han ocupado las calles de Barcelona son “el fascismo que ha salido a la calle a defender a los corruptos”. Ellos, que tienen el pecho lleno de medallas al antifascismo como los generales de Corea del Norte, se ofrecen como ariete del nacionalismo en Madrid. Primero, caerá el PP. Y luego, España.
Sólo que antes habrán de caer Pablo Iglesias y toda su banda.