Un tonto en cuatro idiomas
Puigdemont más que a poner una pica en Flandes, que es lo único pendiente que tenemos los españoles en Bruselas desde la Guerra de los Ochenta Años, ha ido a izar su cobardía por bandera. Se fue de tapadillo como un preludio del esperpento. Ayer al fin dio señales de vida. Y las dio en rueda de prensa para añadir un capítulo nuevo a este ridículo internacional en el que ha convertido su cruzada particular para eludir a la justicia española. La prolongación de un ridículo que ya sólo se explica con ayuda de un psiquiatra o si hubiera vendido los derechos a ‘Netflix’ con el objetivo de lucrarse obscenamente. Porque de este onanismo independentista cada uno que saque lo que pueda.
Puigdemont más que a poner una pica en Flandes, que es lo único pendiente que tenemos los españoles en Bruselas desde la Guerra de los Ochenta Años, ha ido a izar su cobardía por bandera. Se fue de tapadillo como un preludio del esperpento. Ayer al fin dio señales de vida. Y las dio en rueda de prensa para añadir un capítulo nuevo a este ridículo internacional en el que ha convertido su cruzada particular para eludir a la justicia española. La prolongación de un ridículo que ya sólo se explica con ayuda de un psiquiatra o si hubiera vendido los derechos a ‘Netflix’ con el objetivo de lucrarse obscenamente. Porque de este onanismo independentista cada uno que saque lo que pueda.
Defendió que no volvería a España hasta que le dieran “garantías”. Y lo hizo en cuatro idiomas distintos como una forma de hacerse eco a gritos, un eco desesperado y políglota, para que alguien le salve de sus actos… Y de eso de compartir pisito de trece metros cuadrados los próximos años de su vida. Toda la rueda de prensa pudo resumirse en un “no quiero ir a la cárcel, qué alguien haga algo porque me van a encerrar. Y con razón.” Por la tarde la jueza Lamela puso orden y le citó para mañana; en Madrid, como fin de la excursión.
Durante aquel alarde de valentía, todavía tuvo el cuajo de animar a la desobediencia a los funcionarios independentistas y demás correligionarios que se han quedado agazapados en sus puestos. Y el único consejo que debería haberle dado su abogado, el español o el belga, es que si quiere dejar de sumar probabilidades de irse a Soto del Real –o de alargar su estancia allí, según decida la juez–deje de hablar en público. En público y en general, porque cada vez que habla no es que suba el pan, que diría mi padre, es que suben los delitos que le pueden imputar.
Entre su dramatismo de violencia estatal sólo le faltó añadir que en el fondo ha hecho esta escapadita a Bélgica porque teme por su vida. Por una vida en prisión, claro.
Ortega, resueltamente, declaró aquello de que Salvador de Madariaga era “un tonto en cinco idiomas”. Y no ha visto la rueda de prensa de hoy de Puigdemont… No me extraña que los del Valle de Arán quieran independizarse de los independentistas. A este paso España entera pedirá un referéndum para independizarse de Puigdemont. Las urnas para evitar la vergüenza ajena que nos toca a dividir y a partes iguales entre todos los españoles.
Puigdemont acuñó en directo un nuevo despotismo ilustrado –o sin ilustrar–. Todo lo resumo en el pueblo. Es decir, yo.