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Puigdemont 'reloaded'

Ojalá la Mesa del Parlament no acepte el voto delegado de los diputados fugitivos. No ya porque de ese modo el órgano rector se estaría ateniendo a lo que disponen los letrados, sino porque, además, ello propiciaría que Puigdemont intentara personarse de incógnito en la Cámara el día de la sesión de investidura.

Opinión

Reuters

  • Me fogueé en la revista El Ciervo a principios de los noventa y, tras un largo periodo dedicado a la edición en sus múltiples facetas, fundé una editorial, Tentadero, que fracasó por todo lo alto, dejando tras de sí cuatro obras hoy inencontrables, entre las que destaca Ebro/Orbe, de Arcadi Espada. Retomé el periodismo como redactor jefe del periódico Factual, semillero de modernidad que no resistió la crisis de 2009. Soy autor del dietario ‘Libre directo’ y, con Iñaki Ellakuria, de ‘Alternativa naranja’, crónica de la génesis y ascenso de Cs. Desde 2020 vivo en Madrid, terra d’acollida.

Ojalá la Mesa del Parlament no acepte el voto delegado de los diputados fugitivos. No ya porque de ese modo el órgano rector se estaría ateniendo a lo que disponen los letrados, sino porque, además, ello propiciaría que Puigdemont intentara personarse de incógnito en la Cámara el día de la sesión de investidura.

Lo publicaba ayer El Confidencial, y por mucho que el procés nos haya acostumbrado al esperpento, la noticia merece un ¡paren máquinas!: “(Según fuentes conocedoras de los movimientos de Puigdemont, éste se plantea) acceder camuflado al Parlament el día de la investidura”. Sería, prosigue el diario, una de sus “únicas opciones de repetir al frente del Ejecutivo y evitar el desgaste de un destierro casi perpetuo en Bélgica”.

Dado que el presidenciable ya lleva la peluca de serie, cabría esperar de él un redoble de audacia. Que se disfrazara, por ejemplo, de Inés Arrimadas, aun a riesgo de que en la confusión tuviera que corresponder a un achuchón de Xavier Cima, al que apenas sorprendería el súbito acento tractoriano de su esposa, al cabo un caso milagroso de integración.

Sí, la peculiarísima voz de Puigdemont, ese orfeón de gallos, haría sospechar al más crédulo, pero si Jack Lemmon y Tony Curtis lograron dar el pego, cómo iba a ser menos nuestro Fantomas de Amer. Y si no de Arrimadas, de Mayka Navarro, mímesis que acaso comportara que, sin comerlo ni beberlo, el Puchi fuera reclamado para intervenir donde Ana Rosa.

Bien pensado, no habría nada más infalible que la treta Espartaco, a saber: que todos los diputados soberanistas se hicieran pasar por Puigdemont, lo que permitiría al genuino camuflarse entre ellos, o sea entre sí mismo, obrando así el prodigio de quebrar, al tiempo que la ley, la gramática. Y desvelando, de paso, el único sentido posible de eso que llaman ‘una sola Catalunya’.