Siempre gana Convergencia
En Cataluña estamos asistiendo a una lucha por la hegemonía nacionalista entre el partido sucesor de CDC y ERC. Esta lucha condiciona la política catalana como mínimo desde la reforma del Estatut, cuando competían con el PSC para ver quién era más nacionalista.
En Cataluña estamos asistiendo a una lucha por la hegemonía nacionalista entre el partido sucesor de CDC y ERC. Esta lucha condiciona la política catalana como mínimo desde la reforma del Estatut, cuando competían con el PSC para ver quién era más nacionalista.
Esta pugna también es la que impidió que después de las elecciones “plebiscitarias” del 27S nadie se atreviera a reconocer que no tenían la mayoría social. Solo Antonio Baños lo admitió durante la noche electoral, pero con el tiempo —y los gintonics— se le debe haber olvidado. Artur Mas, por su parte, ha tardado dos años en reconocerlo. En aquel momento se trató de presionar a ERC para formar la lista única y, ahora, para que acepte el candidato que proponga JxCat.
Con todo, los republicanos probablemente han demostrado ser el partido catalán menos corrupto, pero también el más necio. Su líder ha acabado en la cárcel y los réditos electorales han sido para el fugado.
Los de Junqueras podrían haber pactado con la CUP un candidato alternativo y demostrar a la derecha nacionalista que la izquierda independentista tiene la mayoría parlamentaria, pero todo apunta a que acabarán aceptando el candidato impuesto por JxCat.
Y, cuando esto termine, Puigdemont será tan prescindible como Mas. Porque lo importante no es la independencia, sino mantener el poder. Y este es un juego donde siempre gana Convergencia.