Cataluña para los catalanoparlantes
El debate lingüístico en Cataluña nunca ha tenido que ver con la lengua, sino con la cultura. Un ejemplo es una frase como “Cataluña es el catalán”, que se ha usado en los debates sobre la inmersión lingüística esta semana y que difícilmente puede defenderse como una idea liberal (lo digo porque quien la ha usado es un liberal socialdemócrata, y porque un partido progresista como el PSC es un gran defensor del monolingüismo en la escuela).
El debate lingüístico en Cataluña nunca ha tenido que ver con la lengua, sino con la cultura.
Un ejemplo es una frase como “Cataluña es el catalán”, que se ha usado en los debates
sobre la inmersión lingüística esta semana y que difícilmente puede defenderse como una
idea liberal (lo digo porque quien la ha usado es un liberal socialdemócrata, y porque un
partido progresista como el PSC es un gran defensor del monolingüismo en la escuela).
La defensa de una sola lengua en una sociedad plurilingüe va contra el pluralismo liberal, y
en cierto modo recoge el argumentario nacionalista, que considera la lengua uno de los
hechos diferenciales. Para los clásicos nacionalistas, como Herder, la lengua refleja un
modo de pensar y una forma de ser. La lengua es la esencia del nacionalismo: una nación
para cada lengua.
Uno puede usar argumentos pragmáticos para defender la inmersión lingüística, como la
idea de que es una manera de elevación social (los castellanoparlantes catalanes tienen
mayores cifras de fracaso escolar que los catalanoparlantes). También se suele decir que la
inmersión es el gran consenso de la sociedad catalana, pero un estudio de Roberto Gravia y
Andrés Santana muestra que es falso: “existe un alto nivel de consenso sobre el modelo
lingüístico de las escuelas, pero el rasgo definitorio de dicho consenso es la pluralidad
lingüística, no la posición hegemónica de ninguna de ellas: los votantes de todos los
partidos coinciden en que al menos un 28% de las clases deben ser en catalán, un 25 % en
inglés, y un 20 % en castellano; y difieren en cómo debe impartirse el 27% restante de
horas.” Gravia y Santana afirman que “la sociedad catalana está muy lejos del amplio
consenso a favor de la inmersión lingüística, que más parece ser un mantra que reflejo de
las preferencias de la sociedad catalana”.
Al defender el modelo monolingüe se defiende la idea nacionalista de que la lengua catalana
ha de preservarse per se, sin importar su número de hablantes (son más los
castellanoparlantes en Cataluña que los catalanoparlantes). La lengua se defiende porque es
un bien en sí mismo. De ahí a preservarla para que no se contamine de otras lenguas (que
es lo que hacen las lenguas y así es como se forman) hay muy poco.
Esto crea situaciones difícilmente explicables, como explica Félix Ovejero: “que la lengua
mayoritaria y común en Cataluña sea el castellano y que sin embargo no sea la que
proporciona identidad nos lleva a situaciones conceptualmente complicadas”. La lengua va
antes que la ciudadanía. Es un argumento nacionalista. Al defender la lengua se defiende
una especie de esencia y cultura inmutable. Es una lógica peligrosa, que los más radicales
han usado para defender su idea de “Cataluña para los catalanes”.