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Jauría contra la manada

Durante los casi dos años que han transcurrido desde la madrugada del 7 de julio de 2016 el periodismo no ha reprimido un solo desahogo con la sedicente Manada, a la que desde primera hora, y tras conducirla al rellano de la presunción de culpabilidad, sometió a un trato ciertamente degradante.

Opinión
  • Me fogueé en la revista El Ciervo a principios de los noventa y, tras un largo periodo dedicado a la edición en sus múltiples facetas, fundé una editorial, Tentadero, que fracasó por todo lo alto, dejando tras de sí cuatro obras hoy inencontrables, entre las que destaca Ebro/Orbe, de Arcadi Espada. Retomé el periodismo como redactor jefe del periódico Factual, semillero de modernidad que no resistió la crisis de 2009. Soy autor del dietario ‘Libre directo’ y, con Iñaki Ellakuria, de ‘Alternativa naranja’, crónica de la génesis y ascenso de Cs. Desde 2020 vivo en Madrid, terra d’acollida.

Durante los casi dos años que han transcurrido desde la madrugada del 7 de julio de 2016 el periodismo no ha reprimido un solo desahogo con la sedicente Manada, a la que desde primera hora, y tras conducirla al rellano de la presunción de culpabilidad, sometió a un trato ciertamente degradante. De aquel suceso apenas ha trascendido un relato fragmentario y plagado de claroscuro. La corrección política, no obstante, no se atiene a los matices, siempre reaccionarios, y hace ya tiempo que, por boca del feminismo rampante, deslizó la posibilidad de que una sentencia adversa desembocara en un nuevo 15-M. Una hoguera preventiva.

El intento de asalto a los juzgados de Pamplona por parte de la turba dio la medida de lo que habría podido ocurrir si los Cinco de San Fermín hubieran sido declarados inocentes. Debió de ser, por cierto, el primer intento de asalto a un juzgado que se lleva a cabo bajo las consignas “yo-soy-respetuoso-con-lo-que-dicen-los-jueces” o “yo-defiendo-la-división-de-poderes”, las mismas con las que Ferreras avivaba, en La Sexta, su festival adversativo. Y al fondo, el mutismo de tantísimos hombres y mujeres, periodistas o no, que evitan, acaso por temor, especular a despecho de los tiempos. Como si sólo la jauría tuviera licencia para mejorar el silencio.