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Tom Wolfe: Nuevo periodismo, vieja usanza

Se le considera el teórico y uno de los más conspicuos y brillantes escritores del Nuevo Periodismo aunque son antiguas sus recetas y propuestas. Deberían ser, por otra parte, la base de todo periodismo escrito que se precie. La consideración del periodismo como uno de los más nobles géneros literarios tuvo en Tom Wolfe (como en Talese, Mailer o Hunter S. Thompson) a uno de sus más destacados defensores y exponentes.

Opinión
  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Se le considera el teórico y uno de los más conspicuos y brillantes escritores del Nuevo Periodismo aunque son antiguas sus recetas y propuestas. Deberían ser, por otra parte, la base de todo periodismo escrito que se precie. La consideración del periodismo como uno de los más nobles géneros literarios tuvo en Tom Wolfe (como en Talese, Mailer o Hunter S. Thompson) a uno de sus más destacados defensores y exponentes.

En España fue conocido sobre todo por sus (literalmente) monumentales novelas. Como buen yanqui, puso miras en la insuperable novelística del diecinueve con el fin de escribir la enésima Gran Novela Americana. Algunos leímos con curiosidad adolescente aquel raro volumen de la editorial Tusquets, El coqueteo, aerodinámico rocanrolcolor caramelo de ron. Poco recuerdo de sus páginas.

Mantuvo siempre ese dandismo que tan bien viste con la vanidad. Con los años, sin embargo, fue matizando los excesos yoístas en la narración periodística. Tal vez porque aquel ímpetu de arrasarlo todo con la primera persona del singular se había convertido en el vicio de jóvenes imitadores que confundían experiencia con exhibición extravagante y laboriosidad detallista con pirotecnias adjetivales.

En tiempos de estridencias urgentes y chabacanas, Wolfe se antojaba el penúltimo príncipe de Aquitania de un viejo y exquisito oficio.