THE OBJECTIVE
Juan Claudio de Ramón

La parte más fuerte

Aitor Esteban, portavoz parlamentario de los nacionalistas vascos en el Congreso, encendió su mechero y paseó con delectación la llama por la herida: «Pues vaya con la gran nación española: no es capaz de buscar acuerdos para no quedar en manos del PNV». Tenía razón el nacionalista.

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La parte más fuerte

Reuters

Aitor Esteban, portavoz parlamentario de los nacionalistas vascos en el Congreso, encendió su mechero y paseó con delectación la llama por la herida: «Pues vaya con la gran nación española: no es capaz de buscar acuerdos para no quedar en manos del PNV». Tenía razón el nacionalista. Pero la oportunidad del acuerdo, en todo caso, no fue la semana pasada, sino en 2016, el año más ridículo de la historia democrática de España. Algunos lo dijimos: cualquier cosa que no fuera una gran entente entre los socios constitucionalistas, con el objetivo de encauzar la crisis territorial desde el más amplio consenso, iba a fracasar. La moción relámpago del PSOE ha demostrado cuán endeble era la opción que se prefirió entonces.

La lógica de las grandes coaliciones no termina de convencer a muchos analistas. Aducen que los pactos amplios de gobierno violentan la naturaleza competitiva de las democracias. Sería cierto si en su vida política las democracias atravesaran únicamente fases de normalidad. Pero las democracias, como cualquier otro tipo de comunidad política, alternan fases ordinarias con extraordinarias, en las que la salvación de lo común exige pasar de la lógica conflictual a la cooperativa. Lo sabían bien los romanos: Salus republica lex suprema.

El apoyo parlamentario del nuevo gobierno es aún mas tenue que el del anterior. Un motivo de inquietud compensado por ahora por la probada solidez de algunos de los nuevos ministros. Descolla, en la cartera de Asuntos Exteriores, el veterano Josep Borrell, que, como Cincinato, el legendario cónsul de la republica romana, abandona el campo que araba cómodamente para servir al país una vez más. Pero no hemos salido de la fase en la que el Estado necesita, entre las partes que desean su preservación, más cooperación y menos conflicto, más amistad civil y menos antagonismo sobreactuado y estéril. Advertencia que vale tanto para el gobierno como para la oposición, que bien harían en tener siempre presente la venerable exhortación de Aristóteles, por lo demás perogrullada: «Aquella parte del Estado que desea que la constitución permanezca tiene que ser siempre más fuerte que la que desea lo contrario».

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