THE OBJECTIVE
Carlos Mayoral

La piel de los héroes

A mi amiga Carlota le diagnosticaron cáncer de mama hace unas semanas, con treinta y un años. Comienza su particular camino a través de la enfermedad, del que no me cabe duda que saldrá reforzada y feliz. Por desgracia, me he enterado de la historia por esa arma cargada de nostalgia que son las redes sociales, y ni siquiera por ese medio tan impersonal he tenido el arrojo para animarla en su travesía. Pero más allá de este detalle intrascendente, lo que más me gusta de las fotos que deja que observemos es que afronta este camino consciente del punto en que se encuentra. Este detalle sí es trascendente, diría que es incluso vital: el desconocimiento implica miedo, y es evidente, lo sé porque los años me han enseñado a detectárselo, que ella observa con valentía el futuro que le ha tocado lidiar.

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La piel de los héroes

A mi amiga Carlota le diagnosticaron cáncer de mama hace unas semanas, con treinta y un años. Comienza su particular camino a través de la enfermedad, del que no me cabe duda que saldrá reforzada y feliz. Por desgracia, me he enterado de la historia por esa arma cargada de nostalgia que son las redes sociales, y ni siquiera por ese medio tan impersonal he tenido el arrojo para animarla en su travesía. Pero más allá de este detalle intrascendente, lo que más me gusta de las fotos que deja que observemos es que afronta este camino consciente del punto en que se encuentra. Este detalle sí es trascendente, diría que es incluso vital: el desconocimiento implica miedo, y es evidente, lo sé porque los años me han enseñado a detectárselo, que ella observa con valentía el futuro que le ha tocado lidiar.

Carlota fue mi compañera de pupitre durante muchos años. La tutora que tuvimos los cuatro cursos de secundaria no había perdido la costumbre de sentar a los alumnos por orden alfabético de apellido, así que Carlota Marcos y yo, como digo, nos acompañamos durante aquellas largas mañanas de adolescencia. Ella contaba cómo prácticamente toda la rama femenina de su familia había padecido cáncer de mama. Lo contaba con la misma confianza que desprenden las imágenes que ahora llegan hasta la pantalla de mi móvil. Es decir, no es una confianza puntual y efímera, lleva ahí, con ella, casi veinte años. Carlota contaba también cómo los especialistas de la sanidad pública le habían preparado para cuando llegase el momento. Esto implica no solo ofrecer el soporte psicológico para afrontar el camino, también una vigilancia periódica de lo más exhaustiva e incluso una labor pedagógica para que ella pudiera reconocerse. Carlota no lo decía, e incluso es posible que ni siquiera lo pensara entonces, pero seguro que si pudiéramos romper la barrera de las redes sociales para entrar en la realidad, ella podría reconocerme lo orgullosa que se sentía y que se siente de aquellos héroes que le han allanado el trayecto.

Las palabras de cariño hacia el personal sanitario no las encuentro solo en esa sonrisa tan bonita que ya tenía Carlota en su adolescencia y que ahora muestra en redes sociales: son una constante en todas y cada una de las personas que pasan por procesos similares. A la sanidad le debemos no sólo la felicidad de la curación, sino también el cariño del que se siente arropado en épocas de tormenta, la incondicionalidad de un mundo plagado de condiciones, e incluso les debemos la información y el conocimiento sobre lo que está por llegar, dos conceptos para mí indispensables a la hora de, como ocurre con Carlota, recorrer un camino difícil. En un mundo en el que la palabra «héroe» está por todas partes, conviene recordar, de vez en cuando, que están a un lado y a otro de la camilla, y que tienen piel, boca, manos, corazón. En cuanto a ti, Carlota, si algún día lees esto: siguen pendientes esas cervezas, ahora que nos queda más tiempo que nunca.

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