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El inmovilismo de ERC

Nuestra colaboradora Laura Fàbregas analiza los movimientos –o la ausencia de los mismos– por parte de la política independentista catalana. Lo hace comparando lo que en su día se denominaba «inmovilismo de Rajoy» y trasladándolo a la actual postura de ERC.

El inmovilismo de ERC

Nuestra colaboradora Laura Fàbregas analiza los movimientos –o la ausencia de los mismos– por parte de la política independentista catalana. Lo hace comparando lo que en su día se denominaba «inmovilismo de Rajoy» y trasladándolo a la actual postura de ERC.

El mundo de ayer

El mundo de ayer

«Lo que se cerró ayer es la consecuencia lógica, la única posible, del proceso puesto en marcha hace año y medio en la moción de censura destructiva que descabalgó a Rajoy»

El abrazo insomne

El abrazo insomne

«El abrazo ortopédico entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias quedará como uno de los momentos más escalofriantes de la historia moderna de este delirante país»

Decir tonterías

Decir tonterías

«Dos ejemplos recientes de genialidad corrosiva: Peter Handke, al que reprochamos sus caprichosas loas a un genocida, y Cristina Morales, que dice preferir ver arder todo en una gran pira a que las tiendas abran»

Perdedores de la bobalización

Perdedores de la bobalización

Dice Gregorio Luri (Azagra, 1955) en El amparo de las sombras (La isla de Siltolá) que la aforística es una suerte de taxidermia y que el aforista, como el vivisector, mata lo que intenta comprender. Incurre el escritor navarro en la socorrida captatio benevolentiae, cortesía que en estos casos suele ser de rigor, pero miente. Porque este libro luminoso, tan instructivo como desafiante, más que digno heredero del excelente Aforismos que nunca contaré a mis hijos (2015), rebosa de vida. Nadie busque aquí arcoíris destejidos ni mariposas clavadas en alfileres. Se trata de una inteligencia en marcha que agarra de los hombros al lector y lo zarandea, con la insolencia del tábano escandaloso que aguijoneaba las grupas del Ática en los buenos viejos tiempos de la filosofía. Que estos seis pildorazos sirvan de muestra.

Perdedores de la bobalización

Perdedores de la bobalización

Dice Gregorio Luri (Azagra, 1955) en El amparo de las sombras (La isla de Siltolá) que la aforística es una suerte de taxidermia y que el aforista, como el vivisector, mata lo que intenta comprender. Incurre el escritor navarro en la socorrida captatio benevolentiae, cortesía que en estos casos suele ser de rigor, pero miente. Porque este libro luminoso, tan instructivo como desafiante, más que digno heredero del excelente Aforismos que nunca contaré a mis hijos (2015), rebosa de vida. Nadie busque aquí arcoíris destejidos ni mariposas clavadas en alfileres. Se trata de una inteligencia en marcha que agarra de los hombros al lector y lo zarandea, con la insolencia del tábano escandaloso que aguijoneaba las grupas del Ática en los buenos viejos tiempos de la filosofía. Que estos seis pildorazos sirvan de muestra.

La grada y el palco

La grada y el palco

Apuntan incansables, los bienintencionados, que el independentismo carece de mayoría social en Cataluña: «Los partidarios de la independencia no alcanzan el cincuenta por ciento», insisten. No se equivocan, pero el argumento aritmético, aunque innegable, revela una imagen distorsionada de Cataluña: la sociedad catalana puede estar cuantitativamente dividida por la mitad, pero está cualitativamente decantada hacia el nacionalismo. En otras palabras, el problema fundamental del nacionalismo no es el cuántos, sino el quiénes. En efecto, los independentistas no son mayoría, pero mueven todos los hilos del poder; un rector pesa más que diez bedeles. Es el desarrollo del programa 2000 de Pujol, del que se cumple incluso aquel siniestro apartado que hablaba de garantizar «la sustitución biológica». En buena medida, el procés ha sido un asunto de familia: los papás en los despachos y los niños en la calle. Los nacionalistas no son los más, pero son los que importan: son la algarada y el poder, la grada y el palco.

Todos somos Herralde

Todos somos Herralde

«La última vez que bailé aquí fue el día de mi boda y ahora, cuando levanto la mirada desde el suelo de la madurez más y más miope, solo puedo sonreír al descubrirme acompañado de muchísimos de los amigos que desde entonces he sumado a mi vida»

Un centro-derecha electoral es posible

Un centro-derecha electoral es posible

Fuentes demoscópicas menos interesadas que las que dirige ese Tezanos que jamás ha falsificado un dato en su vida –es lo que ha declarado a El Mundo- han corregido la cocina del último y tan nombrado sondeo del CIS: la intención real de voto sería del 31%, no del 42%, al PSOE y 15% a cada uno de sus oponentes a la derecha, PP y Ciudadanos. Aun con esa rectificación que hemos visto avalada en las redes sociales por personas solventes, como Narciso Michavila, y suponiendo que el trabajo de campo haya sido correcto, las perspectivas a principios de agosto de cara a una posible convocatoria de elecciones en noviembre siguen siendo bastante espinosas para quienes desearían salir de este desliz hacia el populismo desmadrado y la disgregación nacional.

Toma de tierra

Toma de tierra

Una de las primeras frases que aprendió a decir fue «¿Cuánto falta?». Sus padres solían llevarlo de excursión y en ese hábito cifra Erling Kagge su kilómetro cero. Cumplidos los 55, este editor noruego ha hilado su experiencia andante en Caminar, una deliciosa invitación al paseo, al mensurable gozo de soñar erguido, acompasando los pasos y las ideas, y proyectando esa fricción, por la que el cuerpo pasar a ser mente andariega, sobre el horizonte mismo; sobre esa montaña, ves, a la que hemos ido aproximándonos hasta dejarnos engullir por ella: ¡y pensar (¡pensar!) que hace nada estábamos ahí abajo! (No hay nostalgia más punzante que la que surge de la certeza de avistar el pasado; volver la vista atrás, en su más recto sentido.) Bien sabe Josep Maria Espinàs (que ha dejado, ay, de llegarse a Lázaro a la hora del almuerzo) que el simple acto de interpelar al paisaje poniendo un pie delante del otro, es desentrañar el mundo. Sobre ese y otros aspectos discurre Kagge, y no sólo a partir de sus vivencias, sino también de la indagación en el campo de la neurología, cuyos últimos hallazgos validan las observaciones que, sobre este punto, nos legaron filósofos como Montaigne, Kierkegaard, Heidegger…

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