El valedor de las esencias
No tiene reparos en declarase católico y de derechas. Neoliberal en materia económica y conservador en el resbaladizo terreno de la moral. Si en España existieran los neocons podría servir de representante modelo. Pero en Europa todavía pesa una mínima defensa del Estado del Bienestar de la que no abjura ni el más radical de los desreguladores. Cita sin complejos (aparte del obligado Churchill), a Reagan o Thatcher. Nacido en Palencia en 1981, cursó estudios elementales, bachillerato y la carrera de Derecho siempre en centros privados o concertados con marcado marchamo católico.
No tiene reparos en declarase católico y de derechas. Neoliberal en materia económica y conservador en el resbaladizo terreno de la moral. Si en España existieran los neocons podría servir de representante modelo. Pero en Europa todavía pesa una mínima defensa del Estado del Bienestar de la que no abjura ni el más radical de los desreguladores. Cita sin complejos (aparte del obligado Churchill), a Reagan o Thatcher. Nacido en Palencia en 1981, cursó estudios elementales, bachillerato y la carrera de Derecho siempre en centros privados o concertados con marcado marchamo católico.
Por formación y trayectoria Pablo Casado encarna a la perfección los valores del centro derecha español. Se afilió al Partido Popular en su etapa universitaria y llegó a presidir Nuevas Generaciones, rama juvenil de la formación política, entre 2005 y 2013. Son los años de pegar carteles y formar en sonriente y sana hilera ante traseras coloristas y detrás de oradores embravecidos, años de proselitismo y de duros y valientes periplos a feudos batasunos para defender la democracia como apoderado o interventor en elecciones de todo pelaje. Años de curtirse ideológicamente en viaje a Cuba y conocer de primera mano la devastación que causan las revoluciones.
A partir de ahí empieza la escalada discreta pero firme dentro del Partido Popular que le lleva a la dirección del gabinete del ex presidente José María Aznar. Existe la impresión general de que con Casado vuelve aquel Partido Popular desacomplejado y de perfil contundente que consiguió acabar con la hegemonía socialista llegando por primera vez a la presidencia del gobierno en 1996 y alcanzando la mayoría absoluta en el año 2000.
Frente a las veleidades musicales de Sáez de Santamaría, Casado prefiere los libros de Vargas Llosa, un autor nada baladí, para desconectar. Dos posiciones contrapuestas de entender el ocio pero también dos maneras distintas de presentarse ante el mundo. Con Casado, dicen los variopintos analistas, vuelve la ideología a los populares. Sus esencias. El marcado territorio de un centro derecha desinhibido a la hora de plantear problemáticas como la inmigración, el derecho a la muerte digna, el aborto, la educación o la soberanía nacional.
Qué duda cabe que, en su supuesta defensa de las libertades individuales, incurre en contradicciones tan flagrantes como el de acotar la eutanasia o constreñir el derecho al aborto. Sin embargo, también es cierto que la presidencia de Casado puede devolver unas señas de identidad a un partido cuyos complejos le han causado una sangría notable de votos y han contribuido a desastres evidentes como la llamada ‘Operación diálogo’ en Cataluña, diseñada y capitaneada, no lo olvidemos, por Sáez de Santamaría.
Como vicesecretario de comunicación del gobierno de Rajoy, Casado ha moldeado su arsenal retórico y enriquecido sus estrategias dialécticas en debates y tertulias televisivas. En eso es un político de su tiempo. Partiendo de la herencia de Aznar y Esperanza Aguirre pretende menos una renovación que una reubicación ideológica del partido. Lo ha dejado bien claro en un aviso sin ambages a Ciudadanos y Vox: su caladero de votos comprende todo el territorio a la derecha del PSOE.
A los socialistas les interesa que Casado marque un claro perfil de derechas. Tal vez sea la némesis que necesitan para reflotar el bipartidismo y recuperar un voto útil a expensas del debilitamiento de Podemos. En Ferraz, después de proclamar sus taimadas preferencias por Sáez de Santamaría, deben de estar frotándose las manos mientras ya piensan en desempolvar aquel eficacísimo eslogan de “si tú no vas ellos vuelven”. El único problema que tendrán los socialistas es que este es un país viejo en el que todos empezamos a conocernos.