Un verano inglés
La alergia a los viajes estivales y las vacaciones masificadas me lleva a buscar el ocio de agosto sin salir de casa. Desconectando del lodazal político, me mudo al Oxford de mediados de los sesenta del pasado siglo. Estética sixties, arquitectura medieval, cielos plomizos, cálidas veladas de pub entre pintas y denso y aromático humo de pipas. Como no puede ser de otra manera, en un contexto de ficción inglesa, la apacible y civilizada ciudad universitaria esconde un submundo de crímenes perversos, delitos de pasión y ambición, tramas inextricables de corrupción política con hampones malvados y sin escrúpulos.
La alergia a los viajes estivales y las vacaciones masificadas me lleva a buscar el ocio de agosto sin salir de casa. Desconectando del lodazal político, me mudo al Oxford de mediados de los sesenta del pasado siglo. Estética sixties, arquitectura medieval, cielos plomizos, cálidas veladas de pub entre pintas y denso y aromático humo de pipas. Como no puede ser de otra manera, en un contexto de ficción inglesa, la apacible y civilizada ciudad universitaria esconde un submundo de crímenes perversos, delitos de pasión y ambición, tramas inextricables de corrupción política con hampones malvados y sin escrúpulos.
En ese lúgubre escenario se mueve rumiante el detective Endeavour Morse, personaje creado por el novelista Colin Dexter. La serie Endeavour, cuyas cuatro primeras temporadas se pueden ver en Filmin, parte del famoso Inspector de Dexter recreando sus primeros pasos como policía local después de abandonar los estudios universitarios, haber pasado una breve temporada en el ejército y haberse unido posteriormente a la policía de Carshall-Newton. En el primer episodio encontramos a Morse escribiendo su carta de renuncia justo antes de recibir la noticia de su traslado a la comisaría de Oxford para investigar la extraña desaparición de una joven.
Tipo tímido, hipersensible, apasionado de la música clásica como último refugio, un tanto asocial, enamoradizo y con una inteligencia extraordinaria para los crucigramas y los crímenes, Morse se convierte en el escudero del crepuscular detective inspector Fred Thursday, veterano de la Segunda Guerra Mundial, con pocas simpatías hacia los teutones y proclive a resolver los problemas mediante métodos expeditivos.
Será Thursday (apellido que nos remite a Chesterton) quien se encargue de enseñar la profesión a Morse así como de contagiarle el gusto por el trago, al cual el joven se aficiona de manera imprudente y de por vida. Y episodio tras episodio asistimos a la consolidación de una amistad sin sentimentalismos, leal y generosa, construida a partir de la razón de los días laborables, hecha de pequeñas complicidades cotidianas.
Como señaló –un tanto provocador– Javier Marías enarbolando la maestría de la ficción inglesa del viejo Morse por encima de la novísima moda de la series yanquis: “Los casos son lo de menos, unos mejores, otros peores. Lo importante es contemplar a estos personajes de carne y hueso, creíbles, nunca pueriles ni demenciados, deambulando por las calles de Oxford, investigando, dialogando con estudiantes y dons y con otros, y asistir a sus comedidas penas. A diferencia de los de House of Cards, True Detective o Breaking Bad, jamás son histriónicos ni incurren en estupideces (así es muy fácil que “ocurran” desgracias), uno está a gusto en su compañía. Quizá su falta de pretensiones, su honradez y su sobriedad los condenan hoy al ostracismo en nuestro país deslumbrado por la pedantería y los ademanes de genialidad. A ver si alguien se anima a publicar los libros de Dexter y las series inspiradas por sus personajes inolvidables”.
A ver si alguien de anima. De momento este verano disfrutaremos de la compañía del joven Morse y de su honrado y noble mentor Thursday, mientras deambulan por el viejo Oxford y resuelven enmarañados casos que, en verdad, son lo de menos.