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Pecadores en busca de redención

Llego a The Sinner cuando queda menos de un mes para que Netflix estrene la segunda temporada. Tiene un primer episodio con un impactante arranque homicida y toda la garra folletinesca necesaria en estos lances de bendito sofá de fin de semana. Tanto en la atmósfera mórbida como en una trama con tintes góticos, la serie recuerda en algunos tramos y trucos a la primera temporada de True Detective. Como no puede ser de otra manera en la realización industrial de ficciones episódicas, hay mucho visto en la narración del caso pero sorprende gratamente la construcción de unos personajes carcomidos por sus secretos susurrados y sólidamente escritos en sus silencios tortuosos.

Opinión
  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Llego a The Sinner cuando queda menos de un mes para que Netflix estrene la segunda temporada. Tiene un primer episodio con un impactante arranque homicida y toda la garra folletinesca necesaria en estos lances de bendito sofá de fin de semana. Tanto en la atmósfera mórbida como en una trama con tintes góticos, la serie recuerda en algunos tramos y trucos a la primera temporada de True Detective. Como no puede ser de otra manera en la realización industrial de ficciones episódicas, hay mucho visto en la narración del caso pero sorprende gratamente la construcción de unos personajes carcomidos por sus secretos susurrados y sólidamente escritos en sus silencios tortuosos.

No defraudan las interpretaciones de la magnética y doliente Jessica Biel así como del recuperado Bill Pullman, desubicado desde aquella somnolienta Carretera perdida de Lynch. La adicción al relato criminal, al negro género luctuoso –cuyos inicios incrustan los críticos marxistas en el adoquinado de las nuevas urbes industrializadas del siglo XIX y cuyo auge y éxito en la sociedad capitalista se debería al miedo sublimado en una fantasía que se adapta, no obstante, a las hechuras estéticas del realismo crudo– pide sobre todo personajes poliédricos que mantengan el interés del espectador.

Sabemos bien, a estas alturas de la ficción, que el nudo sanguinolento y el desenlace sorpresivo de diez negritos poco importan ya si no están sustentados por unos personajes capaces de fascinarnos hasta el enganche y, llegados al inevitable final, emocionarnos con su largo adiós. De momento aún quedan horas de escapismo madrugador y dominguero para que se despidan estos pecadores en busca de redención de The Sinner: una asesina fortuita con un pasado de lúgubre sótano y un policía putero y masoquista que nos permiten cultivar secretamente nuestro perverso voyerismo husmeando en sus íntimos y vergonzantes secretos.