Occidente híbrido e impuro
Bannon ha desembarcado en Europa. Su retórica llama la atención por la épica que el antiguo mentor de Trump le pone a su misión de extender su particular forma de populismo reaccionario por estos lares. La Roma de Salvini no es la Normandía del régimen de Vichy, pero atendiendo a las declaraciones de sus partidarios, la importancia de su cometido no le parece inferior a la gesta que liberó de Hitler al continente. Al fin y al cabo, en su opinión se trata de salvar a Occidente de nuevo. Ahora los villanos serían los tecnócratas de Bruselas al servicio no se sabe bien qué, pero que estarían aliados con el gran capital y con gente interesada en diluir la raíz cristiana, romana y judía de Occidente abriendo las puertas a los bárbaros migrantes.
Bannon ha desembarcado en Europa. Su retórica llama la atención por la épica que el antiguo mentor de Trump le pone a su misión de extender su particular forma de populismo reaccionario por estos lares. La Roma de Salvini no es la Normandía del régimen de Vichy, pero atendiendo a las declaraciones de sus partidarios, la importancia de su cometido no le parece inferior a la gesta que liberó de Hitler al continente. Al fin y al cabo, en su opinión se trata de salvar a Occidente de nuevo. Ahora los villanos serían los tecnócratas de Bruselas al servicio no se sabe bien qué, pero que estarían aliados con el gran capital y con gente interesada en diluir la raíz cristiana, romana y judía de Occidente abriendo las puertas a los bárbaros migrantes.
Crecidos por su ráfaga de éxitos electorales y gracias a una crisis migratoria estructuralmente creciente en el Viejo Continente, Bannon y los suyos están creando una especie de think thank para propagar políticas ultraconservadoras desde el catolicismo, el instituto Dignitatis Humanae (IDH), y una Academia del Occidente Judeo-Cristiano. Ambas cerca de la capital italiana, y bajo un diagnóstico rimbombante y conspiranoico que Benjamin Harnwell, fundador e ideólogo del IDH, explicitó en una entrevista reciente en La Vanguardia: “Queremos estar atentos a Occidente para defenderlo mejor de las varias formas de ataque existencial que están llevando a cabo posiciones de gran poder”.
La tentación de la risa es poderosa, pero este discurso va calando en formaciones políticas hasta hace no tanto reacias a discursos esencialistas e identitarios y se va convirtiendo en un alarmante runrún inocultable. Muchos miembros de estos partidos admiten en privado compartir ese ideario. Otros lo hacen en público, aduciendo actuar “sin complejos”, última moda de una desinhibición favorecida por la dinámica irreflexiva de las redes sociales. Cuentan con el apoyo entusiasta de columnistas de opinión que han salido en tromba a proclamar su felicidad por el auge del criterio de algo parecido a la nixoniana mayoría silenciosa.
¿Qué hacer? Es difícil mantener el optimismo respecto a la capacidad de convencer o persuadir con datos. Las cámaras de eco y los sesgos de confirmación son poderosas fronteras contra el conocimiento objetivo de la historia. Con ensayos divulgativos exitosos, la investigación neurocientífica nos ha ilustrado en los últimos años sobre la capacidad de resistencia de los criterios infundados.
Anima encontrar y leer libros como Una lección olvidada, que acaba de publicar el periodista Guillermo Altares. Un viaje espacial y temporal por Europa que ilumina y oxigena, que nos habla de la grandeza occidental sin ínfulas narcisistas y presentistas, que muestra un progreso cultural y material híbrido, conflictivo, impuro, mezcla de lo mejor y lo peor de cada mundo, muchas veces hijo avergonzado de las ruinas de las guerras más crueles. No exclusivo de determinadas religiones y culturas. No se trata de reivindicar el relativismo, pero sí de admitir la contingencia de la historia, y de conocer un poco mejor nuestro humilde y coyuntural papel en ella.