¿Quién tiene miedo?
“Los catalanes hemos perdido el miedo. Los eslovenos decidieron tirar adelante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos y estemos dispuestos a todo para ser libres”. Estas palabras confirman que Torra es a la decencia lo que Valtònyc es al arte. La irresponsabilidad es de tal calibre que hasta los más exasperantes esnobs de la equidistancia han puesto el grito en el cielo. Sin embargo, los calificativos más gruesos contra el actual presidente de la Generalitat provienen de dirigentes de Esquerra Republicana, eso sí, susurrados en privado.
“Los catalanes hemos perdido el miedo. Los eslovenos decidieron tirar adelante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos y estemos dispuestos a todo para ser libres”. Estas palabras confirman que Torra es a la decencia lo que Valtònyc es al arte. La irresponsabilidad es de tal calibre que hasta los más exasperantes esnobs de la equidistancia han puesto el grito en el cielo. Sin embargo, los calificativos más gruesos contra el actual presidente de la Generalitat provienen de dirigentes de Esquerra Republicana, eso sí, susurrados en privado. Y este es un problema que viene de lejos. En público callan o mienten, mientras reconocen tras las cámaras que han puesto Cataluña en manos de unos peligrosos iluminados. Con todo, no me atrevo a asegurar si su disimulada indignación está motivada por la decadencia a la que están condenando a la sociedad catalana o porque todo esto les parece la penúltima jugarreta de Puigdemont para forzarles a presentarse a las elecciones municipales en listas conjuntas y, así, fastidiarles por enésima vez una victoria electoral. Me temo que es la segunda opción.
Sea como sea, hace un año Cataluña estuvo al borde del conflicto civil y ahora la secta de Puigdemont cree que fue precisamente eso lo que les faltó para alcanzar sus objetivos. No disimulan. Anuncian purgas entre los mossos, rinden pleitesía y animan a los violentos CDR y, para rematar la faena, todo un presidente de la Generalitat -y representante del Estado en Cataluña- propone la vía eslovena, a saber, decenas de muertos y centenares de heridos. Quizá en una mente como la de Torra, atrapada en los años 30 del siglo pasado, esto suene a simples algaradas, pero un conflicto de este tipo es lo último que una sociedad medio sensata querría sufrir.
Han perdido el miedo, dice. No, nunca lo han tenido. Saben que España es una democracia plena que garantiza sus derechos y libertades si no se saltan la ley. Tampoco tienen respeto. Al gobierno de Pedro Sánchez le escupen de manera poco metafórica. No, en Cataluña el miedo está en otros barrios. El miedo lo sufrimos los catalanes no independentistas que vemos cómo algunos están dispuestos a tapar con sangre su ineptitud. Es el miedo de tantos y tantos catalanes que ya no se atreven a hablar de política. Y, en todo caso, podrían llegar a tener miedo algunos de lo más lúcidos dirigentes independentistas, miedo a lo que han creado, miedo del monstruo que también a ellos puede devorar. La diferencia es que, en su caso, el silencio es complicidad. Si no rompen ya con Torra y los CDR, serán cómplices de lo que pase en Cataluña.
Postdata: si finalmente el Consejo de Ministros se celebra en Barcelona, que sea para asumir las competencias de seguridad en Cataluña. Si no, el miedo puede convertirse en falta de libertad.