THE OBJECTIVE
Jordi Amat

En el marco territorial de Pablo Casado

3 de enero en Ceuta. Acto de precampaña electoral. Presentación de Juan Vivas como candidato a la Presidencia de la Ciudad Autónoma. Fue hacia el final de la intervención de Pablo Casado, tras dos intervenciones previas y pasados los 45 minutos de su discurso. Después de publicitar dos proposiciones registradas por el Partido Popular en el Congreso de los Diputados relacionadas con el salario de los miembros de las fuerzas armadas –el mantenimiento del sueldo íntegro de los oficiales cuando a los 63 años pasan a la reserva y la petición de una adecuación salarial de las Fuerzas Armadas como la están teniendo los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado– y tras fijar las líneas maestras de la agenda de cambio político en Andalucía (leitmotiv constante de su parlamento), llegó el momento.

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En el marco territorial de Pablo Casado

3 de enero en Ceuta. Acto de precampaña electoral. Presentación de Juan Vivas como candidato a la Presidencia de la Ciudad Autónoma. Fue hacia el final de la intervención de Pablo Casado, tras dos intervenciones previas y pasados los 45 minutos de su discurso. Después de publicitar dos proposiciones registradas por el Partido Popular en el Congreso de los Diputados relacionadas con el salario de los miembros de las fuerzas armadas –el mantenimiento del sueldo íntegro de los oficiales cuando a los 63 años pasan a la reserva y la petición de una adecuación salarial de las Fuerzas Armadas como la están teniendo los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado– y tras fijar las líneas maestras de la agenda de cambio político en Andalucía (leitmotiv constante de su parlamento), llegó el momento. Casado –que había sido caracterizado atribuyéndole los atributos morales de los legionarios– y Cataluña.

En su discurso no era la primera referencia a la cuestión catalana, pero fue antes de rematar su intervención cuando detalló la ofensiva que si puede su partido implementará para zanjar el problema territorial. Desde el punto de vista de la persuasión del mensaje en el auditorio, el momento elegido y el esquema retórico de esos minutos fueron muy operativos. Primero situó el asunto en el plano emocional. Lo hizo al insistir en la idea de la humillación a la que Pedro Sánchez estaba sometiendo a España, en la medida que ha establecido un diálogo formal con Quim Torra, y describiendo luego la convivencia en Cataluña como una realidad donde la violencia contra las constitucionalistas es permanente. Y situada la militancia ceutí ante ese marco, tras mezclar agitando la humillación de la patria con la kale borroka de los lazos (usó esta caracterización más de una vez), enumeró con un ritmo in crescendo la catarata de medidas que él adoptaría el día que presida su primer Congreso de Ministros en el Palacio de la Moncloa:

-aprobación del artículo 155,

-se depondrá el Gobierno de la Generalitat,

-nombramiento de un nuevo gobierno,

-asunción de competencias en administraciones penitenciarias,

-toma del control de los Mossos d’Esquadra,

-toma del control de las cuentas públicas,

-poner orden en la educación,

-poner orden en los medios de comunicación públicos.

Se trata de la formulación más nítida de la agenda del cambio que, a día de hoy, propone el Partido Popular para resolver el problema catalán, que es español y que es la crisis política más compleja a la que se ha enfrentado la democracia fundada durante la Transición. No sería, está claro, una política cosmética. Sería un giro copernicano. Sería una laminación en toda regla del autogobierno que presupondría la quiebra del Estado territorial que durante 40 años se ha desarrollado amparado en la Constitución de 1978. Ese es el marco.

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