Realidades paralelas
El Gobierno de Pedro Sánchez prevé un récord de ingresos fiscales para financiar el alza del gasto social. ¿Récord? ¿Cómo? Más allá de sus loables intenciones de compensar los desequilibrios en el reparto de las rentas que produjo la crisis y que no corrigió la recuperación, las ministras de Hacienda y Economía parecen querer ignorar una realidad: la recurrente corrección a la baja de las previsiones de crecimiento.
El Gobierno de Pedro Sánchez prevé un récord de ingresos fiscales para financiar el alza del gasto social. ¿Récord? ¿Cómo? Más allá de sus loables intenciones de compensar los desequilibrios en el reparto de las rentas que produjo la crisis y que no corrigió la recuperación, las ministras de Hacienda y Economía parecen querer ignorar una realidad: la recurrente corrección a la baja de las previsiones de crecimiento. El momento de incertidumbre económica aconsejaría precaución en las promesas de gasto y eficacia en la gestión de los ingresos para evitar un nuevo desvío de las cuentas públicas y sus perversas consecuencias. Porque parece que el parón que está viviendo la recuperación europea puede convertirse en algo más serio. Así al menos lo cree el Banco Central Europeo que, según adelantaba esta semana el Financial Times, va a anunciar otra rebaja de nuevo las previsiones de crecimiento de la eurozona. Por tercera vez en un año. ¿Qué datos conoce la máxima autoridad monetaria europea para hacerlo? ¿Vive el Gobierno español en una realidad paralela?
Las incertidumbres que se ciernen sobre el crecimiento mundial; principalmente la guerra comercial entre EEUU y China y las consecuencias de un Brexit que amenaza con ocurrir sin acuerdo junto con la retirada de los estímulos monetarios por parte del BCE cuando regresa la debilidad a la eurozona han disparado las alarmas de los agentes económicos. Así lo demuestra el descalabro de las bolsas en Europa y Estados Unidos desde el pasado verano y los datos de producción industrial, sobre todo en Alemania, que han caído de forma preocupante en los últimos meses. Y luego cabe añadir una tozuda realidad que afecta a España: nunca Hacienda ha conseguido recaudar por encima del 35% del PIB. Ni siquiera en los mejores años de bonanza económica propulsados por el boom inmobiliario de mediados de los 2000. Un dato estructural que siempre ha frustrado los planes de gasto de los sucesivos gobiernos y que contrasta con el resto de Europa. Francia recauda el 48% y la media europea se sitúa en el 42%.
Negar la realidad le salió muy caro al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. No quiso ver la llegada de la crisis y en el peor momento de la misma, se embarcó en un programa de gasto salvaje que elevó el déficit por encima del 11% del PIB y cercenó la capacidad del Estado para atender el gasto social derivado de la crisis. El resto de la historia es de sobra conocido: recortes en el gasto social y devaluación salarial para salir de la crisis con nefastas consecuencias en la cohesión social del país. El Gobierno socialista, consciente de que los Presupuestos son su mejor tarjeta de presentación de cara a las próximas elecciones, está decidido a aumentar el gasto, un 40% más en dependencia, vivienda e inversiones en infraestructuras a pesar de haber rebajado en una décima el crecimiento para este año, del 2,3% al 2,2%. Es el dato más bajo desde que empezó la recuperación en 2014. Pese a todo, el Gobierno confía en que la actividad económica genere unos ingresos récord este año (20.000 millones más que en 2018 cuando la economía creció un 2,6%, cuatro décimas más que lo estimado para este año). En el actual contexto de incertidumbre económica y de subidas de impuestos como las contempladas en los Presupuestos que normalmente deprimen la actividad económica, alcanzar este objetivo parece muy improbable.
La desaceleración llega además en un momento crítico para la futura composición del Parlamento Europeo, que se decide en las elecciones europeas del próximo mes de mayo. Prometer y no cumplir es siempre un acto de irresponsabilidad. Pero más aún cuando es necesario pararle los pies a la liga de partidos europeos nacional-populistas ahora en auge que han sabido canalizar el descontento de quienes más han padecido las consecuencias de la crisis y desconfían de las instituciones europeas y de la capacidad de respuesta de los partidos tradicionales. Italia, Polonia, Hungría… Sus gobiernos populistas y xenófobos son el mejor ejemplo del triunfo de esta ilusión. Pero estos movimientos están también creciendo en otros países: Austria, Alemania, Holanda, Suecia, y ahora en España con Vox. Si el debilitamiento del crecimiento impide que se corrijan los desequilibrios sociales producidos por las políticas de austeridad y las cuentas públicas se desvían de nuevo, estos partidos ultraconservadores tendrán el terreno abonado para erigirse como una fuerza alternativa capaz de desafiar los principios fundacionales de la Unión Europea. En mayo lo sabremos.