La vencida
Corbyn defiende finalmente una segunda votación sobre el Brexit y ya sólo cabría esperar a la tercera o a la que sea la vencida. Se pretende así que el pueblo corrija al pueblo, en lo que sería un ejercicio histórico de virtud o de hipocresía según se mire.
Corbyn defiende finalmente una segunda votación sobre el Brexit y ya sólo cabría esperar a la tercera o a la que sea la vencida. Se pretende así que el pueblo corrija al pueblo, en lo que sería un ejercicio histórico de virtud o de hipocresía según se mire. Pero a quien en realidad enmienda cualquier nueva votación es a esos líderes políticos que propusieron o defendieron la primera y que no han sabido estar a la altura del llamado mandato popular. Esta sería la primera de las impugnaciones anti-populistas, por cuanto se impugnaría a unas élites políticas que han renunciado al liderazgo precisamente por haber renunciado al liderazgo. Por haber renunciado a su histórica responsabilidad para ejercer de meros portavoces de la voluntad popular. El pueblo contra las élites, dirán. Pero contra unas élites que ya no lo son. Contra unas élites que por querer ser pueblo no han sabido ser una cosa ni la otra. Por eso, cualquier respuesta que diese el pueblo debería ser interpretada como un «gobiernen y dejen de molestar».
Quienes critican el segundo referéndum en nombre del primero olvidan que en democracia ninguna decisión puede ser la vencida; la última y definitiva. Y que esto vale tanto en contra del primer referéndum como en contra de la inexorabilidad de la Unión. El segundo referéndum es la constatación de que no debería haber habido primero. Pero no porque no se pueda decidir salir de la UE, sino porque no se puede decidir así; en nombre de la voluntad del pueblo pero en contra del criterio de sus representantes. Nuestros representantes nos traicionan cuando nos ofrecen su comprensión y nos niegan su juicio. Y por eso es mejor que nos contradigan cuando nos creen equivocados a que nos den la razón cuando no saben qué hacer con ella. Al fin y al cabo, un paso atrás en contra de la voluntad del pueblo es provisional porque el pueblo siempre tendrá otra elección en la que tomarse su revancha. Un paso adelante en contra de la voluntad y la convicción de sus líderes, en cambio, es un error que hay que evitar a toda costa porque es un empecinamiento en el error que no admite correctivo.