La defensa de lo obvio
En La deriva reaccionaria de la izquierda (Página Indómita, 2018) Félix Ovejero desgrana con tino la irracionalidad que se ha apoderado de buena parte de la izquierda, que ha dejado de lado –para que lo recoja la derecha- un bien demasiado valioso: la sensatez.
En La deriva reaccionaria de la izquierda (Página Indómita, 2018) Félix Ovejero desgrana con tino la irracionalidad que se ha apoderado de buena parte de la izquierda, que ha dejado de lado –para que lo recoja la derecha- un bien demasiado valioso: la sensatez. En la arena política, la izquierda ha cedido la defensa del principio revolucionario de la nación unida –y toda su simbología– a la derecha. Asimismo, se ha bajado del tren de la defensa de la igualdad entre ciudadanos. ¡Cómo estarán de enajenadas las brújulas de nuestra izquierda, que hasta el sintagma «libres e iguales» es de derechas! Y a estas anomalías políticas, se suma una falta de valor intelectualen la esfera social, donde la izquierda ha renunciado a la combatir ideológicamente un régimen emocional supersticioso, que da la espalda a la evidencia, y está más pendiente de la identidad que de la igualdad, de la moralina que de los principios. El miedo a ser devorado por la jauría twitera ha superado todo espíritu crítico. Además, el temor a coincidir con la derecha, aunque sea en lo evidente, es superior a la aspiración de verdad. Grave error: para neutralizar electoralmente a la derecha lo más importante es no dejar en sus manos la defensa de lo obvio.
Criticar a Rivera por coincidir con Vox[contexto id=»381728″] en un acto en defensa de la Constitución, o contra la figura del relator, por más oportunista que sea, no es necesariamente pertinente. Defender la Constitución, el cumplimiento de la ley y los derechos de los catalanes no nacionalistas no es un gesto ideológico, sino una obviedad. Y obvia es también la incongruencia de una izquierda cuya agilidad en detectar el extremismo de Vox, y denunciar su peligrosidad, se aletarga ante líderes nacionalistas abiertamente racistas, con programas manifiestamente antiigualitarios y objetivos marcadamente ilegales. ¿Qué es una foto (contingente) con Abascal frente a una foto (voluntaria) junto a Otegi?
Mientras que las inconsistencias anteriores responden a sesgos cognitivos tristemente habituales, intuyo que el alejamiento de lo obvio en las cuestiones sociales tiene que ver con el miedo a disentir de un establishment emocional poco tolerante con el discrepante. El inconveniente de dejar la discrepancia lógica en manos de la derecha, es que los votantes racionales de izquierda quedan abandonados. Vayamos a un ejemplo reciente. Hace unos días el Senado circuló un comunicado en conmemoración del día contra la LGTBIfobia en el deporte que suscribieron todos los grupos, salvo Vox. En declaraciones a Televisión Española, Francisco Javier Alcaraz explicó, con su maña habitual, que el desmarque se debía a que el comunicado establecía que los deportistas debían competir en función de su sexo sentido. Y, claro, saltaron las alarmas. Sin embargo, este es no es, en absoluto, un asunto baladí. Como ha señalado el profesor Pablo de Lora, dadas las diferencias biológicas entre los sexos (masa muscular, niveles de testosterona y hemoglobina, etc.), «salvo casos de intersexualidad (…) permitir que se compita de acuerdo con el ‘sexo sentido’ es extraordinariamente problemático». Poner el grito en el cielo antes de pensar nunca es una buena opción. Me dirán que Vox se aferra a ese detalle para repudiar el comunicado en su conjunto, pues han dado muestras de homofobia y transfobia en otras ocasiones. Seguramente tengan razón, pero justamente por eso sería bueno impedir que patrimonializasen esa crítica razonable, y forzarles a retratarse criticando lo que sí son derechos intocables.
Este es sólo un ejemplo, pero hay muchos casos en que la izquierda claudica de su obligación de defender lo obvio: que España no es un lugar peligroso para las mujeres, que discutir la discriminación positiva contemplada en la LIVG no es fascista, o que no se es más de izquierdas por decir «portavoza» o escribir «Bizcaya». La izquierda debe asumir que su incapacidad de defender ciertas evidencias genera recelos.
En efecto, son grotescos los homenajes de Santiago Abascal a Isabel II o sus paseos al trote rocinante, pero la izquierda debería tomar conciencia de sus propios ridículos y entender que se juega el apoyo de quienes no soportan la cursilería, la ocurrencia desinformada o las interpretaciones erráticas de la realidad. Como no espabilen, sucederá como sucedió en Estados Unidos, donde los liberales estaban disculpándose entre lágrimas por haber incurrido en algún neo-tabú, cuando un loco se coló en la Casa Blanca. Lo expresó bien Bill Maher: “Stop protecting your virgin ears and start noticing you’re getting fucked in the ass”.