¿Cuál PSOE nos toca?
«Las etapas de lealtad del PSOE suelen ser breves. Enseguida se inventan un GAL o un latrocinio a gran escala como ha sido la Comunidad autónoma de Andalucía durante 40 años»
El espectáculo de este 19 de junio ha sido el baile entre separatistas y constitucionalistas por la presidencia del Parlamento de Navarra; poco antes de que redactásemos estas líneas parecía que los constitucionalistas se habían impuesto, pero al final el PSOE, ¡cómo no!, ha pactado con Geroa Bai. Que rima con «ay». Entre reuniones de Vox y PP sin acuerdo, que si Valls es un traidor o si los traidores –y tontos, de paso– son los Ciudadanos de Albert Rivera, el ruido es intenso y la capacidad de sacar algo en limpio de todo ello es bien poca, con unos medios informativos completamente sobrepasados por esta situación inédita, cambiante, contradictoria, multifacética que ha derivado de unas elecciones sin rumbo definido.
Para intentar al menos centrar las prioridades en este momento poselectoral tan confuso y tan trascendental, hay que ponerse del lado de quienes, incluso desde posiciones bien establecidas desde hace mucho tiempo en la derecha, abogan por un acuerdo entre Ciudadanos y el PSOE para frenar en lo posible ese maremoto rupturista que se nos desencadena en las “nacionalidades históricas” y en algunas más.
Sí, hay que tragar bastantes sapos, pero la supervivencia de España como país y como Estado en estos momentos lo exige. Y la clave, como tantas veces desde principios de los años 30, vuelve a ser ese PSOE que dio un golpe de Estado contra la legalidad republicana en 1934, que cedió ante el comunismo por la banda de Largo Caballero, que 80 años más tarde estuvo a punto de enterrar a España bajo la égida de un sirviente del extremismo izquierdista internacional (ya no se dice “comunismo”, que suena mal y se ha pasado de moda) como Rodríguez Zapatero, pero que entre medias fue crucial para el restablecimiento de una monarquía democrática a través de Felipe González, Alfonso Guerra o Gregorio Peces-Barba.
Las etapas de lealtad del PSOE suelen ser breves. Enseguida se inventan un GAL o un latrocinio a gran escala como ha sido la Comunidad autónoma de Andalucía durante 40 años. Y sus pactos con el separatismo serían más notorios si los del PP no se pareciesen tanto a ellos. Pero ha llegado la hora de la verdad, y hay que ver por dónde salen esta vez.
Uno diría que las convicciones de Pedro Sánchez, esencialmente un cínico con excelente capacidad de maniobra, caben en un vasito de agua pequeño. Pero no lo vemos como un traidor certificado como Zapatero o como los inefables personajes de Podemos. Quizá se le pueda hacer ver que su partido saldrá adelante engrandecido si contribuye a salvar la Constitución y la unidad nacional, no si hace lo contrario por conveniencia…
Quizá.