¿Populismo monetario?
«Librar la batalla de la competitividad comercial interviniendo en el tipo de cambio es una apuesta peligrosa»
La guerra comercial desatada por Donald Trump o Tariff Man, como él se hace llamar, amenaza con mutar en una guerra internacional de los tipos de cambio. Un fenómeno que ya tiene nombre: populismo monetario. Es decir; lo que la acción política no consigue, se intenta forzar o resolver con la intervención de los bancos centrales. Lo ocurrido entre Estados Unidos y China hace pocos días es un claro ejemplo de esta peligrosa dinámica. A las nuevas sanciones anunciadas por Trump, Pekín respondió con una depreciación de su moneda. Una provocación que enfureció a Washington, que acusó a Pekín de manipular su tipo de cambio y que encanalla aún más la relación entre las dos potencias.
Para el gigante asiático es fácil forzar la depreciación de su moneda. Su banco central, a diferencia de los occidentales, no tiene independencia. Así que el Gobierno de Pekín puede usar la política monetaria como arma política, como corresponde a todo régimen autoritario La decisión de situar el tipo de cambio por debajo de los 7 yuanes el dólar, el nivel más bajo desde 2008, anula parte de los efectos de los aranceles impuestos por Washington al abaratar las exportaciones chinas. Ante las dificultades de alcanzar un acuerdo comercial con EEUU y verse acosada por la amenaza de Washington de aplicar un 10% de arancel a una nueva lista de productos por valor de 300.0000 millones de dólares, China parece decidida a tomar las medidas de represalia necesarias para complicar la reelección de Trump como presidente en 2020.
La guerra de los tipos de cambio amenaza además con extenderse rápidamente por el mundo. Otras economías de la región, como India, Tailandia o Nueva Zelanda anunciaron una reducción de sus tipos de interés para propiciar la depreciación de sus monedas y no perder competitividad frente al gigante asiático. Librar la batalla de la competitividad comercial interviniendo en el tipo de cambio es una apuesta peligrosa. El país que devalúa su moneda gana competitividad en el corto plazo. Pero si es una economía abierta (¿y quién no lo es en este mundo globalizado?), las importaciones son más caras y la inflación que eso provoca acaba comiéndose ese margen de competitividad que se quería ganar inicialmente con la devaluación. Y se ahuyentan a los inversores extranjeros, cuyas inversiones en el país de turno pierden valor, vía la depreciación y la potencial futura inflación.
Así que esta nueva ola de populismo monetario puede complicar aún más el incierto panorama económico. Y Estados Unidos es quizás de los países que más tienen que perder. Por dos razones. La reciente rebaja de los tipos de interés de la Reserva Federal estadounidense, la primera desde que el país salió de la crisis, ha sido interpretada por algunos como una preocupante cesión a las presiones de Trump sobre la autoridad monetaria. De nuevo el presidente estaría anteponiendo sus intereses particulares (su reelección) a los intereses de una institución clave como es la Fed, emisora de la principal divisa mundial. Dañar su credibilidad es dañar irremediablemente los intereses de su America First. En segundo lugar, el dólar siempre funciona como moneda refugio en tiempos de incertidumbre mundial. Por lo que cuantas más medidas tome el errático presidente que sigan desestabilizando la situación económica, más posibilidades hay de que se aprecie el dólar y que las exportaciones estadounidenses pierdan competitividad y la ganen las importaciones.
Pero Trump no entiende ni respeta la necesaria independencia de los bancos centrales para el buen funcionamiento del sistema. Ni tampoco parece aceptar las reglas del mercado. Recientemente acusó a Mario Draghi de provocar una depreciación del euro frente al dólar y perjudicar los intereses estadounidenses. Pero todo lo que hizo el presidente del Banco Central Europeo (BCE) fue anunciar que los tipos no subirían y que se adoptarían nuevas medidas de expansión del crédito para acercar la inflación al objetivo del 2% fijado. El euro efectivamente se depreció. Pero fue el mercado el que reaccionó. Unos tipos de interés bajos hacen menos atractivos los activos denominados en euros. En otras palabras; no es una intervención del BCE para manipular el tipo de cambio. Es un uso legítimo de la política monetaria para cumplir con su mandato.
De forma que para Trump todo es un ataque, no sólo contra los intereses estadounidenses, si no también personal. A la guerra comercial declarada contra China por él y el probable Brexit duro al que aboca al Reino Unido el también populista Boris Johnson, se suma ahora la guerra de tipos de cambio y el populismo monetario. En definitiva, más inestabilidad. Un panorama desolador que rompe con el orden económico de las últimas décadas que sirvió para expandir globalmente la prosperidad. En esta nueva contienda nada indica que vaya a haber ganadores. Más bien, sólo perdedores.