Cuando rodearon el Parlament
«Homs, se congratulaba y afirmaba que la sentencia del Tribunal Supremo estaba en consonancia «con el sentimiento mayoritario del pueblo de Cataluña”. Cosas veredes, amigo lector»
La mañana del 15 de junio de 2011 y bajo el lema “Aturem el Parlament”, cientos de personas convocadas por el movimiento 15-M, los “indignados”, acudieron al Parque de la Ciutadella con el objetivo de impedir la sesión plenaria que iba a debatir los presupuestos de la Generalitat de Cataluña[contexto id=»381726″]. El choque entre manifestantes y mossos provocó más de veinte heridos de carácter leve y fueron memorables las imágenes de Artur Mas entrando al palacio en helicóptero. Los sucesos fueron graves -algunas imágenes, crueles- y así lo entendieron tanto la Generalitat como el propio Parlament que pidieron penas de hasta tres años de cárcel para los protagonistas del asedio. También cinco diputados de Convergència i Unió presentaron denuncias e hicieron bien. Interferir en el buen funcionamiento de las instituciones es un ataque a la democracia y no se debe permitir. El convergente Jordi Turull fue, de hecho, más contundente al tildar los sucesos de “golpe de Estado encubierto” y apuntar directamente a los organizadores, ya que la convocatoria de un acto de ese tipo era como “llamar a los violentos antisistema a su festín”.
Lo curioso del caso es que aquel populismo fue rápidamente superado por los que entonces formaban parte de la “casta”. El president Artur Mas lograría pasar de ser abucheado por los recortes sociales a ser aclamado como un Bolívar posmoderno. La fecha clave fue el 23 de marzo de 2012. Convergència Democràtica de Catalunya celebró un congreso en Reus que no solo cambiaría la historia del partido, sino también la de la sociedad catalana y no, precisamente, para bien. Aquel congreso aupó a Oriol Pujol como nuevo secretario general de la formación y aprobó la ponencia política coordinada por Francesc “Quico” Homs titulada La transición nacional, que es como se denominaba al procés antes de ser el procés. El uso de eufemismos fue muy habitual por aquellas fechas, pero para que todo quedara claro el flamante secretario general aseveró que Convergència era «mucho más que un partido independentista».
Un populismo tapó a otro populismo. Si en 2011 algunos diputados habían escondido la corbata para pasar inadvertidos entre los “indignados”, un año después se la quitarían definitivamente para aventurarse en la selva del populismo. Y ahora todos los catalanes pagamos la irresponsabilidad de esa burguesía sin virtudes burguesas. Más tarde, un entonces consejero Santi Vila se preguntaría en voz alta: «¿si este país no hubiera hecho un relato en clave nacionalista cómo hubiera resistido unos ajustes de más de 6.000 millones de euros?». No obstante, podría haberse preguntado si la convivencia entre catalanes iba a resistir todo ese relato, toda esa confrontación, alimentada artificialmente desde la administración y los medios públicos. Con un mínimo de responsabilidad, nos habríamos ahorrado “ajustes”, fugas de empresas y muchos desgarros emocionales.
De todos modos, la historia del sitio al Parlament tuvo un epílogo que merece ser recordado. En 2014, la Audiencia Nacional absolvió a los encausados por los sucesos en el Parque de la Ciutadella, pero la Generalitat y el Parlament recurrieron la sentencia ante el Tribunal Supremo, que acabaría dándoles la razón, en marzo de 2015, al condenar a 8 personas a 3 años de cárcel. Ante esta decisión, miles de personas se manifestaron desde la plaza Universitat a la plaza Sant Jaume al grito de “Jo també estava al Parlament, jo també ho tornaria a fer”. Ellos, pues, también amenazaban con volverlo a hacer. Al mismo tiempo, el entonces consejero de Presidencia, Homs, se congratulaba y afirmaba que la sentencia del Tribunal Supremo estaba en consonancia «con el sentimiento mayoritario del pueblo de Cataluña”. Cosas veredes, amigo lector.