Corrupción global, complicidad local
«La riqueza de los cleptócratas y oligarcas de Rusia, África, Oriente Medio o China no podría existir sin la ayuda de Occidente»
En Moneyland. Por qué los ladrones y los tramposos controlan el mundo y cómo arrebatárselo, que publicará la editorial Principal el 20 de noviembre, el periodista Oliver Bullough explica que la riqueza de los cleptócratas y oligarcas de Rusia, África, Oriente Medio o China no podría existir sin la ayuda de Occidente: sin los banqueros, abogados y asesores fiscales de Londres o Nueva York, Rusia posiblemente no sería uno de los países más desiguales del mundo (el 10% más rico posee el 87% del país, explica Bullough). Sin la posibilidad de crear empresas pantalla ficticias en Eaton Square (Londres), muchos plutócratas de África no habrían podido hacerse millonarios con dinero de ONGs o rescates del FMI.
Bullough señala una contradicción a la hora de medir la corrupción global y pone el ejemplo de la fortuna de Yanukóvich, el expresidente ucraniano que escapó del país tras la revolución del Maidán y que tenía alrededor de 12.000 millones de dólares: “Ucrania es un territorio rojo oscuro en el mapa de TI [Transparencia Internacional], ocupa la 131.ª posición como lugar menos honesto del planeta y, junto con Rusia, es también el más corrupto de Europa. Pero las propiedades de Yanukóvich no podían ocultarse sin el servicio de sus empresas pantalla británicas. Entonces, ¿por qué Inglaterra consta como el décimo país más honesto, junto con Alemania y Luxemburgo?”
En Capitalism, alone, el economista Branko Milanovic afirma que la hiperglobalización ha contribuido a la corrupción global: “el crecimiento de bancos que se especializan en individuos con una renta neta muy elevada y de oficinas legales cuyo principal objetivo es facilitar las transferencias de dinero adquirido de manera ilegal van en tándem con la globalización”. Hace décadas, el dinero robado podías esconderlo físicamente o gastártelo con discreción; ahora se puede mover en busca de rendimientos por todo “Moneyland”.
Los facilitadores de esto no tienen muy buenas excusas para justificar su comportamiento: afirman que solo están engrasando el sistema financiero para que no se estanque, o defienden una especie de “soberanía” del individuo con su propio dinero, o simplemente miran hacia otro lado. Un estudio de 2011 sobre la City de Londres, citado por Bullough, determinó que tres de cada cuatro banqueros no comprobaron de manera adecuada si el dinero en sus cuentas había sido adquirido de manera legítima. Un tercio de ellos incluso ignoró información grave sobre la procedencia del dinero de algunos de sus clientes. No es algo sorprendente. Como dice Bullough, “si todo el mundo cumple la ley, hay una oportunidad de hacer dinero para el banquero que no la cumple.”