Ok, Bloomberg y la política de los ricos
«La Gran Recesión cambió radicalmente la política y los sistemas parlamentarios pero no cambió la economía ni la relación entre el dinero y la política»
En un reciente artículo en la revista Jacobin, el periodista Luke Savage describe el establishment del partido demócrata estadounidense como “un autodenominado vehículo para la clase media y los desfavorecidos que en la práctica funciona más bien como una empresa de consultoría gigante que promueve la caridad y los servicios comunitarios por una cuestión de marca: está formado por patricios de collar blanco, con actitud de directivos, comprometidos a no darles problemas a los que son extremadamente ricos o ni siquiera a causarles el mínimo de incomodidad”.
Es una descripción dura pero tiene una parte de razón. Y con la inclusión del multimillonario Michael Bloomberg en la carrera presidencial (en el bando demócrata), la política estadounidense se vuelve aún más plutocrática. En un mes, Bloomberg ha batido el récord de gasto en anuncios en una campaña. Nadie ha gastado más de su propio dinero que Bloomberg en la historia electoral de EEUU (fue alcalde de Nueva York durante 11 años).
Es poco probable que Bloomberg gane la nominación. Pero imaginemos la situación: un multimillonario enfrentándose a otro justo cuando crece el descontento con las grandes fortunas, se debaten impuestos a la riqueza y se habla de renovar el capitalismo, y justo cuando dos candidatos (Warren y Sanders) proponen un giro considerable hacia la izquierda en el partido Demócrata. Pero incluso si Biden ganara la candidatura, algo más probable, las elecciones de 2020 serían entre un multimillonario corrupto y un político que, como escribe Edward Luce en el Financial Times, “ayudó a convertir Delaware, su estado natal, en el domicilio más popular para compañías con propietarios anónimos”. Delaware es uno de los paraísos fiscales más importantes del mundo.
La Gran Recesión cambió radicalmente la política y los sistemas parlamentarios pero no cambió la economía ni la relación entre el dinero y la política (a pesar de que una parte del descontento contra el establishment viene de ahí, de la cercanía a veces obscena entre el poder político y el económico). En los debates sobre capitalismo y democracia que abundan hoy esta cuestión debería tener una importancia crucial.