El instinto de aferrarse a lo que amamos
«Lo habitual es identificar a la derecha, los conservadores, con una política económica neoliberal. Y ejemplos no faltan en la historia reciente para sustentar esa opinión»
¿Conservadores conservacionistas y conservadores depredadores? Sir Roger Scruton, el filósofo conservador recientemente fallecido, estableció una diferencia entre ambas opciones. Las dos situadas en los extremos.
Porque lo habitual es identificar a la derecha, los conservadores, con una política económica neoliberal. Y ejemplos no faltan en la historia reciente para sustentar esa opinión. Empezando por Margaret Thatcher y el desmantelamiento de muchos sectores industriales británicos en los ochenta; siguiendo por Bill Clinton y la desregularización financiera de los noventa, y terminando por el despiporre financiero que provocó el estallido de la burbuja inmobiliaria a raíz de la política híper-laxa de Greenspan y la ausencia de control sobre unos complejísimos instrumentos financieros. De la crisis que desató este último episodio seguimos arrastrando secuelas. En este momento en el que parte del establishment financiero y corporativo debate sobre la necesidad de revisar el sistema capitalista para evitar los desmanes del pasado y atender a los grandes desafíos del presente, especialmente el deterioro del medio ambiente; la idea del conservadurismo de Scruton, a quien confieso no había leído hasta ahora, sintoniza en cierta manera con ese deseo de poner freno a los excesos del libre mercado.
Su definición del pensamiento conservador: “es el instinto de aferrarse a lo que amamos, de protegerlo de la degradación y la violencia y construir nuestras vidas sobre ello”. Scruton se declaró enemigo de los grandes promotores inmobiliarios a los que acusaba de destrozar el paisaje urbano y rural, defensor de los pequeños comercios locales frente a las grandes superficies y contrario al desmantelamiento de las industrias tradicionales británicas. Una posición que sintoniza hoy casi más con los movimientos proteccionistas que paradójicamente se sitúan a la izquierda del espectro político, especialmente en países como Francia, que con los incondicionales del libre mercado, habituales votantes de partidos de la derecha.
Pero algo está cambiando. Tres mujeres en Europa, cuya afiliación política dicho sea de paso es conservadora, trabajan para poner freno a ese aspecto más depredador del libre mercado, cuyas consecuencias en la degradación del medio ambiente sólo las pone en cuestión el mandatario más depredador de todos, el presidente de EEUU, Donald Trump. Se trata de Angela Merkel, Christine Lagarde y Ursula Von Der Leyen. Todas ellas comparten la necesidad de poner en marcha desde sus respectivos puestos de responsabilidad, la cancillería de Alemania, la presidencia del Banco Central Europeo y la presidencia de la Comisión Europea respectivamente, políticas para combatir el cambio climático.
“Tenemos que hacer todo lo humanamente posible para hacer frente a este enorme desafío”, dijo la canciller alemana en su mensaje de Navidad. La economía alemana cerró 2019 con un modesto crecimiento del 0,6% de su PIB, el más bajo desde la salida de la crisis. ¿Cómo estimular el crecimiento? Con unos tipos de interés negativos, es el turno de la política fiscal. Alemania tiene un superávit presupuestario del 1,2% de su PIB, así que además del paquete de inversiones públicas en infraestructuras recientemente anunciado por valor de 50.000 millones de euros, es de esperar que la canciller, física de formación y de las líderes europeas más sensibles a la cuestión, consiga aprobar un estímulo fiscal adicional destinado a preparar al país para la transición ecológica antes de que termine su mandato en 2021 tras 16 años en el cargo.
El cambio climático también se ha colado en la política monetaria. La nueva presidenta del BCE, la francesa Christine Lagarde, ha anunciado que la lucha contra la degradación del medio ambiente será una de las misiones fundamentales de su mandato. De tal forma que el impacto del cambio climático en las economías de la eurozona será incluido en los modelos que usa la autoridad monetaria para valorar la coyuntura económica a la hora de tomar decisiones. El BCE debe preocuparse por los efectos en la inflación y en el crecimiento de algunos fenómenos medioambientales extremos, cada vez más frecuentes. También por la inestabilidad financiera que pueden provocar los desastres naturales en la industria financiera, que engloba a las aseguradoras y a la banca, dados los elevados riesgos que el sector que vigila el BCE asume. Mientras que la Reserva Federal estadounidense es incapaz de extender su mandato para considerar esta fundamental cuestión porque ello le enfrentaría al Senado de mayoría republicana y a la Casa Blanca de Trump, es una buena noticia que la autoridad monetaria europea haya decidido involucrarse en dar esta batalla.
Y en nombre de los 28 (menos uno cuando ocurra el Brexit), la nueva presidenta de la Comisión Europea, Von Der Leyen, presentó hace un mes el llamado Pacto Verde Europeo, la hoja de ruta climática europea. Con un presupuesto de 1 billón de euros (un montante equivalente casi al PIB anual de España), la que fuera ministra de Defensa con Merkel quiere hacer de este plan el eje de su mandato y conseguir reducir un 50% las emisiones de carbono de la UE para 2030, acabar con las prácticas más dañinas con el medioambiente de las industrias y transformar los hábitos de consumo de los ciudadanos en el proceso.
A todas estas grandes iniciativas institucionales se han de sumar los esfuerzos de individuales de una ciudadanía cada vez más preocupada con la degradación medioambiental y los fenómenos climáticos extremos. Scruton, cuya obra he descubierto a partir de su fallecimiento (así que me perdonen los expertos), defendía las tradiciones y la preservación de la manera de vivir de las comunidades y de su entorno… En muchos lugares de Europa hay ciudadanos que han optado por recuperar esa senda. ¿Sería paradójico considerar al filósofo conservador donde los haya un precursor en este sentido?