Los Presupuestos, un problema sin sexo a primera vista
«No hace dos meses que Sánchez se daba golpes de pecho con su programa electoral y hoy ya ha postergado los Presupuestos al verano»
Preguntado por el incumplimiento de su programa electoral, Miterrand zanjó la cuestión: “Ni lo he leído ni pienso aplicarlo”. Pero, a posteriori, los franceses supieron en manos de quién estaban. El neón de Pedro Sánchez ha dejado claro qué tipo de partido es el que él trastea, pero no hace dos meses que se daba golpes de pecho con su programa electoral y hoy (pedían que la oposición tascara su ofensiva 100 días) ya ha postergado los Presupuestos al verano. El candidato había prometido en campaña su aprobación urgente y se valoraba la relajación del déficit, el aumento del gasto público entre 30 y 35.000 millones a lo largo de la legislatura y una tómbola benéfica que haría un Shangri-La de la Península.
La ministra de Hacienda y portavoz ha sido declarada, súbitamente, “gran comunicadora” y un coro de voces agustinas lo ha repetido tanto que se empieza a creer en la propaganda de Moncloa, en la telepatía y en las misas negras. Montero ha sido “preventiva” porque antes de que Mr. Sánchez retrasara las cuentas al menos seis meses, ella ya había colocado varios cortafuegos justificativos: de repente, para poder avanzar con los PGE, hay que consultar un número indeterminado de agentes, grupos e instituciones. Así el trámite previo se prolonga tanto como se necesite.
Debe de ser que el dinero y el poder tienen por hábitat literario el frío. Esto es Davos, vieja estación de esquí en Suiza, donde se reúnen desde hace años potentados y jefes de Gobierno y cuyas noches, pese a las heladas, tienen fama de ser cálidas. El presidente Sánchez ha acudido a la cumbre suiza sabiendo que el Fondo Monterio Internacional ya había rebajado las previsiones de crecimiento españolas para 2020 y 2021. Lo supo en el camino pero antes también sabía que los niveles de deuda española y los requisitos europeos impedían e impiden la política a la que él se comprometió. Este último verbo, claro, es un lugar común.
La oposición moderada ha demostrado su incapacidad para hundir el mentón en los problemas estructurales y, una y otra vez, entra en el laberinto de espejos y tiovivos letales a los que con tanto ahínco y fortuna se dedican en el Gobierno.
La fábrica gubernamental de señuelos, un viejo y eficaz horno de artillería, moldea sin descanso problemas segmentados, los decora y los hace gritar en la televisión como un párrafo de Tennessee Williams: pines y pones.
A lo que se ve, los Presupuestos no traslucen tan rupestremente ni sexo ni ideología de género, pero bien explicados resultarían la prueba de una de las más altas deficiencias del Gobierno y su impacto real en las clases medias y trabajadoras.