La España plural soy yo (valga la modestia)
«De todos los lemas que nos quiso colocar la coalición gubernamental, el más arrugado fue el de la España plural»
Nos toca vivir días de eslóganes vacíos, pero biensonantes para la parroquia particular. A buen seguro que irán cambiando según los vientos de la guerra cultural del momento. El presidente Sánchez, gracias a la labor artesanal de su auriga comunicativo, nos ha demostrado que sabe recrearse bien en este tipo de juegos. Y ahora lo hará resguardado por la salmodia populista de los comandantes en jefe de Unidas Podemos. Otros, como nuestra derecha más iliberal, están aprendiendo a manejar los tiempos a su antojo tensionando a la vez la estrategia del Partido Popular. Ya veremos quién es el ganador de esta chusca partida, pero saldremos perdiendo como sociedad.
De todos los lemas que nos quiso colocar la coalición gubernamental, el más arrugado fue el de la España plural. En boca de todos los que apoyaron a Sánchez, incluso con la abstención, el relato de victoria de la España plural era puro fuego de artificio y posverdad. Decir que España es plural es como insinuar que la nieve es blanca: una obviedad. Porque detrás de esta España plural se encuentra una España de cartón piedra. Permítanme la modestia, pero la España plural soy yo. Mi nombre y mis apellidos me delatan. Por filiación, podría tener unas tres identidades nacionales distintas, a la espera de la última revisión del índice Iceta de nacionalidades peninsulares, y contradictorias entre sí. Lo que no está nada mal: el opresor que hay en mí saluda al oprimido que hay en mí. Así que, como comprenderán, me producen un hastío sin límite todos aquellos que quieren explicarnos la España plural como una resta de diversidades.
Las trampas de la España plural nos la sabemos bien aquellos que hemos sufrido lo de “un solo pueblo”, los que hemos sido calificados como traidores a nuestra nación por doquier y, en ocasiones, nos hemos convertido en ciudadanos de segunda por decisiones concretas. España es plural, pero mi pequeña nación es única y homogénea. Estos son esos los acompañantes circunstanciales de la coalición progresista. Que está bien que cierta izquierda le quiera comprar la mercancía averiada a Aitor Esteban, el reintegracionismo lingüístico al nacionalismo gallego y el lenguaje al independentismo catalán que reventó los derechos políticos en aquel septiembre que parece lejano, pero que no lo llamen la España plural. Habrá que repetirlo hasta la saciedad: la pluralidad de España es un hecho, el pluralismo una opción. Y esa opción pluralista no pasa por los pactos que han investido a Sánchez porque se basan en una lectura de cartón piedra de la diversidad existente en España.