Adiós al emperador Ming
El actor Von Sidow siempre permanecerá en el recuerdo como aquel cruel emperador del lejano planeta de Mong
Nos deja Max Von Sydow, uno de los grandes actores de aquel invento llamado cine. Las necrológicas, claro está, rememoran principalmente su filmografía con Bergman, al que tanto reconocía y tan agradecido estaba. Por enseñarle a ser un sólido actor de tablas y descubrirle las posibilidades artísticas del celuloide. Para muestra basten títulos como El séptimo sello, Fresas Salvajes, El rostro, El manantial de la doncella o La hora del lobo. Entre las cualidades de Bergman, Von Sydow apreciaba su inteligencia, una imaginación inagotable y un sentido del humor espléndido que estaba presente en sus filmes aunque no siempre de manera epidérmica y palpable.
Paralelamente a su carrera europea, el actor se embarcó en proyectos cinematográficos en Estados Unidos que aportaron a su cuenta corriente notables alegrías a la vez que le permitieron ser conocido por un público heterogéneo allende las salas de arte y ensayo. Y así descubrimos en la infancia a Von Sydow. Concretamente fue en Flash Gordon, adaptación del personaje de cómic creado por el espléndido dibujante Alex Raymond. No sé si la peli de Mike Hodges es buena o mala; sólo puedo recordar que de niño me gustaba mucho. Sobre todo en las escenas escalofriantes en las que aparecía Ming, o sea un Von Sydow terrorífico que nada tenía que enviar al más sádico de los Fu Manchú.
Desde entonces le seguimos la pista, pero nunca pudimos olvidar esas apariciones misteriosamente maléficas y crueles del cómic filmado. No lo superó ni su oficial nazi fanático del buen fútbol en Evasión o Victoria, de Huston; ni su encarnación de Rey Osric en Cónan el Bárbaro, de Milius; ni el terco sacerdote de El exorcista, de Friedkin.
Von Sydow, pese a su extensa y egregia filmografía, siempre permanecerá en el recuerdo como aquel cruel emperador del lejano planeta de Mongo. Cuando el cine, además de arte, podía ser un espectáculo de feria bien hecho.