Sudor, coronavirus, Simón y así
Ya llegará la calor, empezarán los incendios y el virus se hará durmiente
Dicen que después de la comparecencia de Pedro Sánchez, al Narciso presidente se le iba resbalando una gota de sudor, elocuente, donde dijeron los galenos o Descartes que estaba la glándula pineal y por donde quizá hubiera un pinganillo.
Sánchez compareció y sudó, porque jamás se vio tanta inoperancia ante una crisis; tanto silencio después de este 8-M que nos hará eunuco o no será, y un médico, Simón, tranquilizando a los que estamos en la inopia. Esa gota de sudor habría que analizarla, congelarla, ponerle microscopios de contraste y probetas. Habrá que ver la composición del sudor de Sánchez para comprobar cómo un agente patógeno es inmune a un organismo de vacío.
Si el coronavirus[contexto id=»460724″] no nos deja gagá, veremos todos estos días a la distancia y nos encontraremos con los marcelinos de Simón, con sus cejas amorosas, con los memes sobre la cosa. Incluso llevaremos como una medalla de honor que nos hubieran besado Ortega Smith, Ana Pastor y por ahí seguido.
La cosa es que hasta en el Marca van hablando de recomendaciones, mascarillas, y lo mejor es pasar estos días lo mejor que se pueda, releyendo a Sabino Méndez y con tequila helado.
Ya llegará la calor, empezarán los incendios y el virus se hará durmiente. Ahora Madrid tiene los garitos abiertos, las casas encendidas, quizá haya dos o tres esnob con mascarilla mientras que la inmundicia en la capital del dolor suma tres cuartas desde el suelo.
Yo, con la febrina, sigo fijándome en esa gota de sudor que le chorreaba a Sánchez por la nuca y que vieron algunos plumillas avezados. Esa gotita de sudor que nos dice tanto y que revela que este tiempo es para confiar en «los científicos», que dice Sánchez: científicos como Simón, Montón y hasta Iván Redondo.
Soy epidemiólogo a la hora del cierre, y fallo menos que Illa. Algo es algo.
