El Rey en plena batalla
«Época confusa y febril esta en la que los mandatarios apelan a la unidad nacional y agasajan al pueblo otorgándole unos valores morales sempiternos»
Habla el rey entre caceroladas, aplausos y vítores. El rey en la pantalla y el ruido en los balcones. Parecen las palabras del jefe de Estado quererse unir al espontáneo y bullicioso agradecimiento ciudadano a la labor de los profesionales de la sanidad. “Nunca os podremos agradecer bastante lo que estáis haciendo por vuestro país”, ha dicho el monarca. También ha tirado de símil militar cuando ha definido a los sanitarios de “vanguardia” en una línea defensiva contra la pandemia. Época confusa y febril esta en la que los mandatarios apelan a la unidad nacional y agasajan al pueblo otorgándole unos valores morales sempiternos en una cruzada sin más enemigo que un virus ubicuo y la amenaza cierta de unas consecuencias económicas devastadoras.
La alocución de Felipe VI llega en plena batalla. O sea en el quinto día de confinamiento. Con las calles sólo pobladas por perros desahogados que sirven al paseo inquieto de sus dueños, alguna ambulancia de luces amenazantes y enmascarados solitarios que, en la desértica avenida iluminada, se antojan supervivientes últimos de un desastre nuclear de serie B.
Ya han callado las cacerolas nocturnas y, no sin antes infundirnos mucho ánimo en nuestra reclusión, al Rey sólo le queda reposar la triste mirada azul sobre el telepronter. Un mensaje de aliño con leves pespuntes épicos y la llamada a la socorrida capacidad de resistencia española que, a estas alturas de la vida, sabemos bien que se trata del añejo y fatal estoicismo de unas gentes que han vivido siempre entre penas, puñaladas y malos gobernantes.